MIÉRCOLES V de Cuaresma



V. Convertíos y haced penitencia.
R. Haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.


SEGUNDA LECTURA

De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos (Salmo S.5, 1: CCL 39, 1.J76-1177)
JESUCRISTO ORA POR NOSOTROS, ORA EN NOSOTROS, Y AL MISMO TIEMPO ES A ÉL A QUIEN DIRIGIMOS NUESTRA ORACIÓN

El mayor don que Dios podía conceder a los hombres es hacer que su Palabra, por quien creó todas las cosas, fuera la cabeza de ellos, y unirlos a ella como miembros suyos, de manera que el Hijo de Dios fuera también hijo de los hombres, un solo Dios con el Padre, un solo hombre con los hombres; y así, cuando hablamos con Dios en la oración, el Hijo está unido a nosotros, y, cuando ruega el cuerpo del Hijo, lo hace unido a su cabeza; de este modo, el único Salvador de su cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ora por nosotros, ora en nosotros, y al mismo tiempo es a él a quien dirigimos nuestra oración.
Ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración, como nuestro Dios.
Reconozcamos, pues, nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros. Y, cuando hallemos alguna afirmación referente al Señor Jesucristo, sobre todo en las profecías, que nos parezca contener algo humillante e indigno de Dios, no tengamos reparo alguno en atribuírsela, pues él no tuvo reparo en hacerse uno de nosotros.
A él sirve toda creatura, porque por él fue hecha toda creatura, y, por esto, contemplamos su sublimidad y divinidad cuando escuchamos: Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios; ya al principio estaba ella con Dios; por ella empezaron a existir todas las cosas, y ninguna de las que existen empezó a ser sino por ella. Pero los que contemplamos esta divinidad del Hijo de Dios, que supera y trasciende de modo absoluto a toda creatura, por sublime que sea, lo oímos también, en otros lugares de la Escritura, gimiendo y suplicando, como si se reconociera reo de algo.
Y dudamos en atribuirle estas expresiones por el hecho de que nuestra mente, que acaba de contemplarlo en su divinidad, se resiste a descender hasta su abajamiento, y le parece que le hace injuria al admitir unas expresiones humanas en aquel a quien acaba de dirigir su oración como Dios; y, así, duda muchas veces y se esfuerza en cambiar el sentido de las palabras; y lo único que encuentra en la Escritura es el recurso a él, para no errar acerca de él.
Por tanto, que nuestra fe esté despierta y vigilante; y démonos cuenta de que aquel mismo que contemplábamos poco antes en su condición de Dios tomó la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte; y, clavado en la cruz, quiso hacer suyas las palabras del salmo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Por tanto, oramos a él por su condición de Dios, ora él por su condición de siervo; por su condición divina es creador, por su condición de siervo es creado, habiendo asumido él, inmutable, a la creatura mudable, y haciéndonos a nosotros con él un solo hombre, cabeza y cuerpo. Así, pues, oramos a él, por él y en él; hablamos con él y él habla en nosotros.

Responsorio Jn 16, 24. 23
R. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre. * Pedid y recibiréis, y vuestra alegría será completa.

V. Yo os lo aseguro: cuanto pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.

R. Pedid y recibiréis, y vuestra alegría será completa.

Oración
OREMOS,
Dios misericordioso, ilumina los corazones de tus hijos que tratan de purificarse por la penitencia de la Cuaresma y, ya que nos infundes el deseo de servirte con amor, dígnate escuchar paternalmente nuestras súplicas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Conclusión
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.


Testimonios:
Cristo reza con, en, por y para nosotros.
  • Estaba rezando (lo intentaba) ante el Santísimo en la iglesia de un convento de franciscanas. Me daba cuenta de lo mal que lo estaba haciendo. Mi conversación con el Señor era aburrida.
    Me humillé ante el Señor, le pedí perdón, y el Señor acudió en mi ayuda.
    ¡Qué hermosas oraciones brotaron de esta fuente de agua viva!
    No era yo, era el Señor el que oraba en mí.

  • Había rezado por la vida.
    Ahora estaba en la capilla de un hospital. Recorrí algunos de los problemas que se estaban produciendo en el mundo e intenté rezar por ellos.
    Me sentí mal.
    Incluso llegué a escuchar al “cínico burlón”: “soy la muerte”
    Me humillé ante el Señor. Y Él me ayudó. Me libró de aquella hora y del maligno.
    Se hizo el silencio, vino la calma.
    Tuve la iluminación de que Él había rezado al Padre en mí por mí.


    Jesucristo
    Ora por nosotros: sacerdote.
    Ora en nosotros: cabeza de la Iglesia, cabeza del hombre.
    Ora con nosotros: amigo, compañero, hermano.
    Recibe la oración: es Dios.

    Jesucristo es la Palabra que existía antes del mundo, que estaba con Dios y que es Dios.
    Palabra que vino al mundo: se abajó, anonadó, humilló, se encarnó en el seno de la virgen María, para siendo hijo de Dios, hacerse hijo del hombre para nuestra salvación.

    Adora y confía

    No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por tus enfermedades, por tus dolores, por el porvenir más o menos sombrío de la vida.
    Quiere, lo que Dios quiere, ofrécele en medio de inquietudes y dificultades, el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su Providencia y que, pese a todo, confía en el Señor y se agarra con fuerza al Señor.
    Poco importa que te consideres un frustrado si Dios, a ti, a ti, te considera plenamente realizado, a su gusto, como a Él le gusta, aunque a ti no te guste.
    Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
    Piensa que estás en sus manos, tanto más fuertemente cogido, cuanto más decaído y cuánto más triste te encuentres.
    Vive feliz, te lo suplico. Vive feliz, vive en paz.
    Que nada, que nada absolutamente nada te altere. Que nada sea capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica, ni tus fallos morales, ni tu enfermedad, ni tu dolor.
    Haz que brote y conserva siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa reflejo de la que el Señor, continuamente, minuto a minuto, segundo a segundo, te dirige a ti.
    Y en el fondo de tu alma coloca antes que nada, como fuente de energía y criterio de verdad, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
    Y recuerda, hermano, todo aquello que te reprima, todo aquello que te inquiete, es falso. Te lo aseguro.
    En nombre de las leyes de la vida y de la promesa de Dios, lo que te reprima o te inquiete, es falso.
    Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, dolorido, cansado: adora y confía.

    Bendito y alabado sea el Señor y gracias por todo lo que me sucede y vivo. Gloria a Ti por siempre.
    “Has cambiado mi lamento en baile”.



    Frases recopiladas
    Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad.
    No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición.

    Dame lo que mandes, y manda lo que quieras.

    Jesús: He hecho mi alianza con la Iglesia. Ayúdame a ser siempre fiel.
    El mundo no necesita de nuestros buenos gestos, palabras, acciones. Sólo que Él obre en nosotros.
    El mundo sólo necesita SANTOS.
    Manifestación fuerte y profunda del Espíritu Santo.
    Quiere traer luz al mundo.
    Si ardemos nosotros, el mundo arderá. Todo es GRACIA. Ver tus acontecimientos con los ojos de Cristo. Acepta tu cruz en un cántico de alabanza y adoración a Dios.
    Todo sucede para bien de los que aman al Señor.
    Tu PAZ tiene que ser Cristo. No importan las circunstancias. ¿Hacia donde miramos?
    Haz de tu cruz una resurrección luminosa para el mundo.
    El cristiano tiene que pasar por tribulaciones. Por seguir a Jesús. Por decir la verdad, estar a favor de los pobres... La coherencia del cristiano les hace pasar por tribulaciones.

    Santa Teresita
    El Señor tiene sed de nosotros, sed de amor.
    No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor.
    Abandono y gratitud
    Pobreza de espíritu, pobres y sin fuerzas. Deseemos no sentir nada para dejarnos consumir por el Amor de los amores
    El rey de los mártires sufrió con tristeza
    Perfección: ganar a Jesús con el corazón.
    Ayudarle a salvar las almas que Él rescató al precio de su sangre y que sólo esperan nuestra ayuda para no caer en el abismo
    “Tengo sed” dijo el Señor. Sed de nuestro amor. Quiere que la amemos.



    Lectura del libro de Tobías 12,6-13

    En aquellos días, el ángel Rafael les dijo a Tobit y a su hijo:
    «Bendigan a Dios y glorifíquenlo delante de todos los vivientes por los beneficios que les ha hecho y canten himnos de alabanza a su nombre. Proclamen dignamente las obras del Señor y no sean negligentes en reconocerlas. Es bueno guardar el secreto del rey, pero es todavía mejor proclamar y celebrar las obras del Señor.
    Hagan el bien, y el mal no los alcanzará. Es buena la oración con el ayuno y la limosna con la justicia. Es mejor tener poco viviendo con rectitud, que tener mucho haciendo el mal. Es mejor dar limosnas que acumular tesoros. La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Quienes dan limosna tendrán larga vida; los pecadores y los malvados son enemigos de sí mismos. Voy a decirles toda la verdad, sin ocultarles nada. Les acabo de decir que es bueno guardar el secreto del rey y que es mejor todavía proclamar y celebrar las obras del Señor.
    Sepan, pues, que cuando ustedes dos, Tobías y Sara, oraban, yo ofrecía sus oraciones al Señor de la gloria, como un memorial; y lo mismo hacía cuando tú, Tobit, enterrabas a los muertos. Y cuando te levantaste sin dudar y dejaste tu comida y fuiste a sepultar a aquel muerto, precisamente entonces yo fui enviado para ponerte a prueba».

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.

    2ª LECTURA DEL OFICIO DE LA SEMANA III
    De la Constitución Sacrosánctum Concilium, sobre la sagrada liturgia, del Concilio Vaticano segundo. (Núms. 7-8. 106)
    CRISTO ESTÁ PRESENTE EN SU IGLESIA
    Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, tanto en la persona del ministro, ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz, como sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la sagrada Escritura es él quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, pues él mismo prometió: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
    En verdad, en esta obra tan grande, por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por él tributa culto al Padre eterno.
    Con razón, pues, se considera a la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y realizan, cada uno a su manera, la santificación del hombre; y así el cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro.
    En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia, cuya eficacia no es igualada, con el mismo título y en el mismo grado, por ninguna otra acción de la Iglesia.
    En la liturgia terrena participamos, pregustándola, de aquella liturgia celestial que se celebra en la ciudad santa de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, y donde Cristo, ministro del santuario y de la verdadera Tienda de Reunión, está sentado a la diestra de Dios; con todos los coros celestiales, cantamos en la liturgia el himno de la gloria del Señor; veneramos la memoria de los santos, esperando ser admitidos en su asamblea; esperamos que venga como salvador Cristo Jesús, el Señor, hasta que se manifieste él, que es nuestra vida, y nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria.
    La Iglesia, por una tradición apostólica que se remonta al mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón día del Señor o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, celebren el memorial de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No deben anteponérsele otras solemnidades, a no ser que sean realmente de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.

    Responsorio S. Agustín, Comentario Sal 85, 1
    R. Cristo ora por nosotros, como sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra oración, como nuestro Dios. * Reconozcamos nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros.

    V. Cuando hablamos con Dios en la oración, el Hijo está unido a nosotros.

    R. Reconozcamos nuestra propia voz en él y su propia voz en nosotros.


    SEGUNDA LECTURA del Jueves IV

    De las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo (Catequesis 13, 1. 3. 6. 23: PG 33, 771-774. 779. 799. 802)
    QUE LA CRUZ SEA TU GOZO TAMBIÉN EN TIEMPO DE PERSECUCIÓN
    Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz. Así lo expresa con acierto Pablo, que tan bien sabía de ello: En cuanto a mí, líbreme Dios de gloriarme si no es en la cruz de Cristo.
    Fue ciertamente digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento recobrara la vista en Siloé; pero, ¿en qué benefició esto a todos los ciegos del mundo? Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días después de muerto; pero este beneficio le afectó a él únicamente, pues, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo estaban muertos por el pecado? Fue cosa admirable el que cinco panes, como una fuente inextinguible, bastaran para alimentar a cinco mil hombres; pero, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo se hallaban atormentados por el hambre de la ignorancia? Fue maravilloso el hecho de que fuera liberada aquella mujer a la que Satanás tenía ligada por la enfermedad desde hacía dieciocho años; pero, ¿de qué nos sirvió a nosotros, que estábamos ligados con las cadenas de nuestros pecados?
    En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera del pecado, nos liberó a todos de las ataduras del pecado, redimió a todos los hombres.
    Por consiguiente, no hemos de avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más bien gloriarnos de ella. Porque el mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los griegos, mas para nosotros es salvación. Para los que están en vías de perdición es necedad, mas para nosotros, que estamos en vías de salvación, es fuerza de Dios. Porque el que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios, Dios hecho hombre. En otro tiempo, aquel cordero sacrificado por orden de Moisés alejaba al exterminador; con mucha más razón el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo nos librará del pecado. Si la sangre de una oveja irracional fue signo de salvación, ¿cuánto más salvadora no será la sangre del Unigénito?
    Él no perdió la vida coaccionado ni fue muerto a la fuerza, sino voluntariamente. Oye lo que dice: Soy libre para dar mi vida y libre para volverla a tomar. Fue, pues, a la pasión por su libre determinación, contento con la gran obra que iba a realizar, consciente del triunfo que iba a obtener, gozoso por la salvación de los hombres; al no rechazar la cruz, daba la salvación al mundo. El que sufría no era un hombre vil, sino el Dios humanado, que luchaba por el premio de su obediencia.
    Por lo tanto, que la cruz sea tu gozo no sólo en tiempo de paz; también en tiempo de persecución has de tener la misma confianza, de lo contrario, serías amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo suyo en tiempo de guerra. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias que te otorga la munificencia de tu rey; cuando sobrevenga la lucha, pelea denodadamente por tu rey.
    Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti; y tú, ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por amor a ti? No eres tú quien le haces un favor a él, ya que tú has recibido primero; lo que haces es devolverle el favor, saldando la deuda -que tienes con aquel que por ti fue crucificado en el Gólgota.

    Responsorio    1Co 1, 18. 23
    R. El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; * pero para los que están en vías de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios.

    V. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles.

    R. Pero para los que están en vías de salvación, para nosotros, es fuerza de Dios.


    Hay que anunciar, con toda libertad, el misterio de Cristo

    Del Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, del Concilio Vaticano II
    Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe el deber de propagar la fe según su condición, Cristo, el Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que le parece bien, para tenerlos en su compañía y para enviarlos a predicar a las naciones.
    Por lo cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye sus carismas según le place para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y suscita al mismo tiempo en la Iglesia institutos que reciben como misión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia.
    Son marcados con una vocación especial aquellos que, dotados de un carácter natural conveniente, idóneos por sus buenas dotes e ingenio, están dispuestos a emprender la obra misional, sean nativos del lugar o extranjeros: sacerdotes, religiosos o seglares. Enviados por la autoridad legítima, se dirigen con fe y obediencia a los que están lejos de Cristo, separados para el ministerio a que han sido destinados, como servidores del Evangelio, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, agrade a Dios.
    El hombre debe responder al llamamiento de Dios de tal modo que, no asintiendo a la carne ni a la sangre, se entregue totalmente a la obra del Evangelio. Pero no puede dar esta respuesta si no lo inspira y alienta el Espíritu Santo.
    El enviado entra en la vida y en la misión de aquel que se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo. Por eso, debe estar dispuesto a perseverar toda su vida en la vocación, a renunciarse a sí mismo y a hacerse todo para todos.
    El que anuncia el Evangelio entre los paganos anuncie, con toda libertad, el misterio de Cristo, de quien es embajador, de suerte que, con su fuerza, se atreva a hablar como conviene, sin avergonzarse del escándalo de la cruz. Siguiendo las huellas de su Maestro, manso y humilde de corazón, manifieste que su yugo es llevadero y su carga ligera.
    Dé testimonio de su Señor con una vida enteramente evangélica, con mucha constancia, con longanimidad, con benignidad, con caridad sincera, y, si es necesario, hasta el derramamiento de su propia sangre.
    Dios le concederá valor y fortaleza para que vea qué abundancia de gozo se encierra en la experiencia intensa de la tribulación y de la absoluta pobreza.

    Responsorio
    R/. El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo; no tengo más remedio. ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!

    V/. Me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos.

    R/. ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!






    En todo momento REZA. Haz de tu vida ORACIÓN.

    Mapa de REZA EL SANTO ROSARIO*