La 2ª lectura del Oficio de Lectura en la semana VII del tiempo de Pascua y el Domingo de Pentecostés

LUNES VII

las Catequesis de san Cirilo de Jerusalén, obispo
(Catequesis 16, Sobre el Espíritu Santo, 1, 11.12. 16: PG 33, 931-935. 939-942)
EL AGUA VIVA DEL ESPÍRITU SANTO
    El agua que yo le dé se convertirá en él en manantial de agua viva, que brota para comunicar vida eterna. Se nos habla aquí de un nuevo género de agua, un agua viva y que brota; pero que brota sólo sobre los que son dignos de ella. Mas, ¿por qué el Señor da el nombre de agua a la gracia del Espíritu? Porque el agua es condición necesaria para la pervivencia de todas las cosas, porque el agua es el origen de las plantas y de los seres vivos, porque el agua de la lluvia baja del cielo, porque, deslizándose en un curso siempre igual, produce efectos diferentes. Diversa es, en efecto, su virtualidad en una palmera o en una vid, aunque en todos es ella quien lo hace todo; ella es siempre la misma, en cualquiera de sus manifestaciones, pues la lluvia, aunque cae siempre del mismo modo, se acomoda a la estructura de los seres que la reciben, dando a cada uno de ellos lo que necesitan.
    De manera semejante, el Espíritu Santo, siendo uno solo y siempre el mismo e indivisible, reparte a cada uno sus gracias según su beneplácito. Y, del mismo modo que el árbol seco, al recibir el agua, germina, así también el alma pecadora, al recibir del Espíritu Santo el don del arrepentimiento, produce frutos de justicia. Siendo él, pues, siempre igual y el mismo, produce diversos efectos, según el beneplácito de Dios y en el nombre de Cristo.
    En efecto, se sirve de la lengua de uno para comunicar la sabiduría; a otro le ilumina la mente con el don de profecía; a éste le da el poder de ahuyentar los demonios; a aquél le concede el don de interpretar las Escrituras. A uno lo confirma en la temperancia; a otro lo instruye en lo pertinente a la misericordia; a éste le enseña a ayunar y a soportar el esfuerzo de la vida ascética; a aquél a despreciar las cosas corporales; a otro más lo hace apto para el martirio. Así, se manifiesta diverso en cada uno, permaneciendo él siempre igual en sí mismo, tal como está escrito: A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad.
    Su actuación en el alma es suave y apacible, su experiencia es agradable y placentera y su yugo es levísimo. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Viene con la bondad de genuino protector; pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar, la mente del que lo recibe y, después, por las obras de éste, la mente de los demás.
    Y, del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba.

Responsorio     1Co 12, 6-7. 27
R. Hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. * A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. Aleluya.

V. Vosotros sois cuerpo de Cristo, y sois miembros unos de otros.

R. A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad. Aleluya.

MARTES VII

Del Libro de san Basilio Magno, obispo, Sobre el Espíritu Santo
(Cap. 9, núms. 22-23: PG 32, 107-110)

LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO
    ¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, Espíritu Santo son sus apelativos propios y peculiares.
    Hacia él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación; hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de riego que los ayuda en la consecución de su fin propio y natural.
    Fuente de santificación, luz de nuestra inteligencia, él es quien da, de sí mismo, una especie de claridad a nuestra razón natural, para que conozca la verdad.
    Inaccesible por su naturaleza, se hace accesible por su bondad; todo lo llena con su poder, pero se comunica solamente a los que son dignos de ello, y no a todos en la misma medida, sino que distribuye sus dones a proporción de la fe de cada uno.
    Simple en su naturaleza, diverso en su virtualidad, está presente todo él en cada uno, sin dejar de estar todo él en todas partes. De tal manera se divide, que en nada queda disminuido; todos participan de él, aunque él permanece intacto, a la manera del rayo de soL, del que cada uno se beneficia como si fuera para él solo y, con todo, ilumina la tierra y el mar y se mezcla con el aire.
    Así también el Espíritu Santo está presente en cada uno de los que son capaces de recibirlo, como si estuviera en él solo, infundiendo a todos la totalidad de la gracia que necesitan. Gozan de su posesión todos los que de él participan, en la medida en que lo permite la disposición de cada uno, pero no en la medida del poder del mismo Espíritu.
    Por él, los corazones son elevados hacia lo alto, los débiles son llevados de la mano, los que ya van progresando llegan a la perfección; iluminando a los que están limpios de toda mancha, los hace espirituales por la comunión con él.
    Y, del mismo modo que los cuerpos límpidos y transparentes, cuando les da un rayo de luz, se vuelven brillantes en gran manera y despiden un nuevo fulgor, así las almas portadoras del Espíritu y por él iluminadas se hacen ellas también espirituales e irradian a los demás su gracia.
    De ahí procede el conocimiento de las cosas futuras, la inteligencia de los misterios, la comprensión de las cosas ocultas, la distribución de dones, el trato celestial, la unión con los coros angélicos; de ahí deriva el gozo que no termina, la perseverancia en Dios, la semejanza con Dios y, lo más sublime que imaginarse pueda, nuestra propia deificación.

Responsorio     Cf. Jn 14, 27; 16, 22; 14, 16
R. No se turbe vuestro corazón: voy al Padre, y, cuando me haya ido de vuestro lado, os enviaré * el Espíritu de verdad, y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.

V. Yo rogaré al Padre y él os dará otro Abogado.

R. El Espíritu de verdad, y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.

R. El Espíritu de verdad, y se alegrará vuestro corazón. Aleluya.

MIÉRCOLES VII

De la Constitución dogmática Lumen gentium, sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano segundo (Núms. 4. 12)

LA MISIÓN DEL ESPÍRITU SANTO EN LA IGLESIA
    Consumada la obra que el Padre confió al Hijo en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo en el día de Pentecostés, para que indeficientemente santificara a la Iglesia y, de esta forma, los que creen en Cristo pudieran acercarse al Padre en un mismo Espíritu. Él es el Espíritu de vida o la fuente del agua que brota para comunicar vida eterna; por el cual el Padre vivifica a todos los muertos por el pecado, hasta que el mismo Espíritu resucite en Cristo sus cuerpos mortales.
    El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en un templo, y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos. Con diversos dones jerárquicos y carismáticos dirige a la Iglesia, a la que guía hacia toda verdad, y la unifica en comunión y ministerio, enriqueciéndola con todos sus frutos.
    Con la fuerza del Evangelio hace rejuvenecer a la Iglesia, la renueva constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. Pues el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: «¡Ven!
    Así se manifiesta la Iglesia como una muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
    La universalidad de los fieles que tiene la unción del Espíritu Santo no puede fallar en su creencia, y ejerce esta peculiar propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando desde los obispos hasta los últimos fieles seglares manifiestan un asentimiento universal en las cosas de fe y de costumbres.
    Con ese sentido de la fe, que el Espíritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que sigue fidelísimamente, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios; se adhiere indefectiblemente a la fe que ha sido transmitida de una vez para siempre a los fieles; penetra profundamente en ella con rectitud de juicio y la aplica más íntegramente en la vida.
    Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que, distribuyéndolos a cada uno en particular según le place, reparte entre los fieles dones de todo género, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una más amplia edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno se le otorga La manifestación del Espíritu para común utilidad.
    Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y útiles a las necesidades de la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo.

Responsorio     Jn 7, 37. 38. 39
R. El último día de la fiesta, Jesús clamaba en alta voz: «Del que crea en mí brotarán torrentes de agua viva.» * Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Aleluya.

V. El que tenga sed que venga a mí y que beba; brotarán de él torrentes de agua viva.

R. Esto lo dijo del Espíritu, que habían de recibir los que a él se unieran por la fe. Aleluya.

JUEVES VII

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Libro 10: PG 74, 434)

SI NO ME VOY, EL ABOGADO NO VENDRÁ A VOSOTROS
    Habían sido ya cumplidos los designios de Dios sobre la tierra; pero era del todo necesario que fuéramos hechos partícipes de la naturaleza divina de aquel que es la Palabra, esto es, que nuestra vida anterior fuera transformada en otra diversa, empezando así para nosotros un nuevo modo de vida según Dios, lo cual no podía realizarse más que por la comunicación del Espíritu Santo.
    Y el tiempo más indicado para que el Espíritu fuera enviado sobre nosotros era el de la partida de Cristo, nuestro Salvador.
    En efecto, mientras Cristo convivió visiblemente con los suyos, éstos experimentaban -según es mi opinión- su protección continua; mas, cuando llegó el tiempo en que tenía que subir al Padre celestial, entonces fue necesario que siguiera presente, en medio de sus adictos, por el Espíritu, y que este Espíritu habitara en nuestros corazones, para que nosotros, teniéndolo en nuestro interior, exclamáramos confiadamente: «Padre», y nos sintiéramos con fuerza para la práctica de las virtudes y, además, poderosos e invencibles frente a las acometidas del demonio y las persecuciones de los hombres, por la posesión del Espíritu que todo lo puede.
    No es difícil demostrar, con el testimonio de las Escrituras, tanto del antiguo como del nuevo Testamento, que el Espíritu transforma y comunica una vida nueva a aquellos en cuyo interior habita.
    Samuel, en efecto, dice a Saúl: Te invadirá el Espíritu del Señor, te convertirás en otro hombre. Y san Pablo afirma: Y todos nosotros, reflejando como en un espejo en nuestro rostro descubierto la gloria del Señor, nos vamos transformando en su propia imagen, hacia una gloria cada vez mayor, por la acción del Señor, que es Espíritu. Porque el Señor es Espíritu.
    Vemos, pues, la transformación que obra el Espíritu en aquellos en cuyo corazón habita. Fácilmente los hace pasar del gusto de las cosas terrenas a la sola esperanza de las celestiales, y del temor y la pusilanimidad a una decidida y generosa fortaleza de alma. Vemos claramente que así sucedió en los discípulos, los cuales, una vez fortalecidos por el Espíritu, no se dejaron intimidar por sus perseguidores, sino que permanecieron tenazmente adheridos al amor de Cristo.
    Es verdad, por tanto, lo que nos dice el Salvador: Os conviene que yo vuelva al cielo, pues de su partida dependía la venida del Espíritu Santo.

Responsorio     Jn 16, 7. 13
R. Si no me voy, el Abogado no vendrá a vosotros; pero, si me voy, os lo enviaré. * Y, cuando él venga, os conducirá a la verdad completa. Aleluya.

V. Porque no hablará por cuenta propia, sino que os dirá cuanto se le comunique y os anunciará las cosas futuras.

R. Y, cuando él venga, os conducirá a la verdad completa. Aleluya.

VIERNES VII

Del Tratado de san Hilario, obispo, Sobre la Santísima Trinidad
(Libro 2, 1, 33. 35: PL 10, SO-51. 73-75)

EL DON DEL PADRE EN CRISTO
    El Señor mandó bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, esto es, en la profesión de fe en el Creador, en el Hijo único y en el que es llamado Don.
    Uno solo es el Creador de todo, ya que uno solo es Dios Padre, de quien procede todo; y uno solo el Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, por quien ha sido hecho todo; y uno solo el Espíritu, que a todos nos ha sido dado.
    Todo, pues, se halla ordenado según la propia virtud y operación: un Poder del cual procede todo, un Hijo por quien existe todo, un Don que es garantía de nuestra esperanza consumada. Ninguna falta se halla, en semejante perfección; dentro de ella, en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, se halla lo infinito en lo eterno, la figura en la imagen, la fruición en el don.
    Escuchemos las palabras del Señor en persona, que nos describe cuál es la acción específica del Espíritu en nosotros; dice, en efecto: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas. Os conviene, por tanto, que yo me vaya, porque, si me voy, os enviaré el Abogado.
    Y también: Yo rogaré al Padre y él os dará otro Abogado que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad. Él os conducirá a la verdad completa, porque no hablará por cuenta propia, sino que os dirá cuanto se le comunique y os anunciará las cosas futuras. Él me glorificará, porque tomará de lo que es mío.
    Esta pluralidad de afirmaciones tiene por objeto darnos una mayor comprensión, ya que en ellas se nos explica cuál sea la voluntad del que nos otorga su Don, y cuál la naturaleza de este mismo Don: pues, ya que la debilidad de nuestra razón nos hace incapaces de conocer al Padre y al Hijo y nos dificulta el creer en la encarnación de Dios, el Don que es el Espíritu Santo, con su luz, nos ayuda a penetrar en estas verdades.
    Al recibirlo, pues, se nos da un conocimiento más profundo. Porque, del mismo modo que nuestro cuerpo natural, cuando se ve privado de los estímulos adecuados, permanece inactivo (por ejemplo, los ojos, privados de luz, los oídos, cuando falta el sonido, y el olfato, cuando no hay ningún olor, no ejercen su función propia, no porque dejen de existir por la falta de estímulo, sino porque necesitan este estímulo para actuar), así también nuestra alma, si no recibe por la fe el Don que es el Espíritu, tendrá ciertamente una naturaleza capaz de entender a Dios, pero le faltará la luz para llegar a ese conocimiento. El Don de Cristo está todo entero a nuestra disposición y se halla en todas partes, pero se da a proporción del deseo y de los méritos de cada uno. Este Don está con nosotros hasta el fin del mundo; él es nuestro solaz en este tiempo de expectación; él, con su actuación en nosotros, es la garantía de nuestra esperanza futura; él es la luz de nuestra mente, el resplandor de nuestro espíritu.

Responsorio     Cf. Jn 14, 1; 17, 9; 16, 7
R. Ya es tiempo de que yo vuelva al que me envió -dice el Señor-; no os entristezcáis ni dejéis que se aflija vuestro corazón; * ruego al Padre por vosotros para que él os cuide. Aleluya.

V. Si no me voy, el Abogado no vendrá a vosotros; pero, si me voy, os lo enviaré.

R. Ruego al Padre por vosotros para que él os cuide. Aleluya.

SÁBADOVII

De los Sermones de un autor africano del siglo sexto
(Sermón 8, 1-3: PL 65, 743-144)

LA UNIDAD DE LA IGLESIA SE MANIFIESTA EN LA PLURALIDAD DE LENGUAS
    Los apóstoles se pusieron a hablar en todas las lenguas. Así quiso Dios, por aquel entonces, significar la presencia del Espíritu Santo, haciendo que todo el que lo recibía hablase en todas las lenguas. Hay que entender, queridos hermanos, que se trata del Espíritu Santo por el cual el amor de Dios se derrama en nuestros corazones.
    Y, ya que el amor había de congregar a la Iglesia de Dios, extendida por todo el orbe de la tierra, del mismo modo que entonces cada persona que recibía el Espíritu Santo podía hablar en todas las lenguas, así ahora la unidad de la Iglesia, congregada por el Espíritu Santo, se manifiesta en la pluralidad de lenguas.
    Por tanto, si alguien nos dice: «Has recibido el Espíritu Santo, ¿por qué no hablas en todas las lenguas?», debemos responderle: «Hablo ciertamente en todas las lenguas, ya que pertenezco al cuerpo de Cristo, esto es, a la Iglesia, que habla en todas las lenguas. Lo que Dios quiso entonces significar por la presencia del Espíritu era que la Iglesia, en el futuro, hablaría en todas las lenguas.» De este modo se cumplió lo que había prometido el Señor: Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, sino que se ha de echar en odres nuevos; así se conservan las dos cosas.
    Con razón algunos, al oír que los apóstoles hablaban en todas las lenguas, decían: Están llenos de mosto. Es que se habían convertido ya en odres nuevos, renovados por la gracia santificadora, para que, llenos del vino nuevo, esto es, del Espíritu Santo, hablaran llenos de ardor en todas las lenguas, prefigurando así, por aquel evidentísimo milagro, la catolicidad de la Iglesia, que había de abarcar a los hombres de toda lengua.
    Celebrad, pues, este día, conscientes de que sois miembros del único cuerpo de Cristo. No lo celebraréis en vano, si procuráis ser lo que celebráis, viviendo unidos a la Iglesia, a la cual el Señor, llenándola del Espíritu Santo, reconoce como suya, a medida que se va esparciendo por todo el mundo, Iglesia que, a su vez, lo reconoce a él como su Señor. Como el esposo no abandona a su propia esposa ni admite que sea sustituida por otra. A vosotros, hombres de todas las naciones, que sois miembros de Cristo, que constituís el cuerpo de Cristo, la Iglesia de Cristo, la esposa de Cristo, os dice el Apóstol: Sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos por mantener la unidad del Espíritu, con el vinculo de la paz.
    Fijaos que al precepto de la mutua tolerancia añade la mención del amor, y cuando habla de la solicitud por la unidad hace referencia al vínculo de la paz. Tal ha de ser la casa de Dios, edificada con piedras vivas, para que el padre de familia se complazca en habitar en ella, y sus ojos no tengan que contemplar con disgusto su división y su ruina.

Responsorio     Hch 15, 8-9; 11, 18
R. Dios, que conoce los corazones, ha dado su Espíritu a todos los pueblos, igual que a nosotros; * y no ha establecido diferencia alguna entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones por la fe. Aleluya.

V. Así, pues. Dios ha concedido también a los demás pueblos la conversión que conduce a la vida.

R. y no ha establecido diferencia alguna entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones por la fe. Aleluya.

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos     8, 5-27
CUANTOS SE DEJAN GUIAR POR EL ESPÍRITU DE DIOS, SON HIJOS DE DIOS
    Hermanos: Los que llevan una vida puramente natural, según la carne, ponen su corazón en las cosas de la carne; los que viven la vida según el espíritu lo ponen en las cosas del espíritu. Las tendencias de la carne llevan hacia la muerte, en cambio, las del espíritu llevan a la vida y a la paz. Porque las tendencias de la vida según la carne son enemigas de Dios y no se someten ni pueden someterse a la ley de Dios. Y los que llevan una vida puramente natural, según la carne, no pueden agradar a Dios.
    Pero vosotros ya no estáis en la vida según la carne, sino en la vida según el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Dios. Pero si Cristo está en vosotros, aunque vuestro cuerpo haya muerto por causa del pecado, el espíritu tiene vida por la justificación.
    Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros.
    Así, pues, hermanos, no tenemos deuda alguna con la vida según la carne, para que vivamos según sus principios. Si vivís según ellos, moriréis; pero, si hacéis morir por el espíritu las malas pasiones del cuerpo, viviréis.
    Porque todos cuantos se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Que no habéis recibido espíritu de esclavitud, para recaer otra vez en el temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción filial, por el que clamamos: «¡PadreEste mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si es que padecemos juntamente con Cristo, para ser glorificados juntamente con él.
    Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ello tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió, y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios.
    La creación entera, como bien lo sabemos, va suspirando y gimiendo toda ella, hasta el momento presente, como con dolores de parto. Y no es ella sola, también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, suspiramos en nuestro interior, anhelando la redención de nuestro cuerpo. Sólo en esperanza poseemos esta salvación; ahora bien, una esperanza, cuyo objeto estuviese ya a la vista, no sería ya esperanza. Pues, ¿cómo es posible esperar una cosa que está ya a la vista? Pero, si estamos esperando lo que no vemos, lo esperamos con anhelo y constancia.
    De la misma manera, el Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues no sabemos pedir como conviene; y el Espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos que no pueden ser expresados en palabras, y aquel que escudriña los corazones sabe cuáles son los deseos del Espíritu y que su intercesión en favor de los fieles es según el querer de Dios.

Responsorio     Ga 4, 6; 3, 26; 2Tm 1, 7
R. La prueba de que sois hijos por la fe en Jesucristo es que * Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: "¡Padre!" Aleluya.

V. No nos ha dado Dios un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de amor y de señorío de nosotros mismos.

R. Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Padre!» Aleluya.


SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 3, 17~ 1-3: se 34,302-306)
EL ENVÍO DEL ESPÍRITU SANTO
    El Señor dijo a los discípulos: Id y sed los maestros de todas las naciones; bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Con este mandato les daba el poder de regenerar a los hombres en Dios.
    Dios había prometido por boca de sus profetas que en los últimos días derramaría el Espíritu sobre sus siervos y siervas, que éstos profetizarían; por esto descendió, el Espíritu Santo sobre el Hijo de Dios, que se había hecho Hijo del hombre, para así, permaneciendo en él, habitar en el género humano, reposar sobre los hombres y residir en la obra plasmada por las manos de Dios realizando así en el hombre la voluntad del Padre y renovándolo de la antigua condición a la nueva, creada en Cristo.
    Y Lucas nos narra cómo este Espíritu, después de la ascensión del Señor, descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con el poder de dar a todos los hombres entrada en la vida y para dar su plenitud a la nueva alianza; por esto, todos a una, los discípulos, alababan a Dios en todas las lenguas, al reducir el Espíritu a la unidad los pueblos distantes y ofrecer al Padre las primicias de todas las naciones.
    Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan, si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús, sin esta agua que baja del cielo. Y, así como la tierra árida no da fruto, si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida, sin esta gratuita lluvia de lo alto.
    Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero nuestras almas la recibieron por el Espíritu.
    El Espíritu de Dios descendió sobre el Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de temor del Señor, y el Señor, a su vez, lo dio a la Iglesia, enviando al Abogado sobre toda la tierra desde el cielo, que fue de donde dijo el Señor que había sido arrojado Satanás como un rayo; por esto necesitamos de este rocío divino, para que demos fruto y no seamos lanzados al fuego; y, ya que tenemos quién nos acusa, tengamos también un Abogado, pues que el Señor encomienda al Espíritu Santo el cuidado del hombre, posesión suya, que había caído en manos de ladrones, del cual se compadeció y vendó sus heridas, entregando después los dos denarios regios para que nosotros, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha confiado, retornándolo al Señor con intereses.

Responsorio     Hch 2, 1-2
R. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar; de pronto, se oyó un estruendo que venía del cielo, * como de un viento impetuoso que invadió toda la casa. Aleluya.

V. Y, así, estando congregados todos los discípulos, vino de pronto sobre ellos un estruendo desde el cielo.

R. Como de un viento impetuoso que invadió toda la casa. Aleluya.


Capilla de la Adoración Perpetua en Burgos, parroquia de san José obrero
Imagen (recortada) procedente de la web de la adoración perpetua de Burgos http://www.quedateconnosotros.org/

La Blanca Paloma es mediadora de todas las Gracias, porque Ella es la llena de Gracia, en Ella el Espíritu Santo se encarnó y Ella asumió en todo el Camino, la Verdad y la Vida de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Fue fiel a la voluntad del Padre.
Dios difunde sus Gracias a través de nuestra santa Madre El Espíritu Santo hizo que el Hijo se encarnase en las entrañas purísimas de la Virgen María. Fue como la Luz que atraviesa el cristal sin dejar rastro de su paso, sin afectar a su virginidad. Luz que se hace carne.
Tras la Asunción, nuestra santa Madre es medianera de todas las Gracias. Es como el prisma al que al llegar la luz difunde sus rayos por donde Ella quiere, conforme a la voluntad de Dios.
El 8 de mayo se celebra a la Virgen María, Medianera de todas las gracias.
Con ella afirmamos nuestra convicción de que todas las gracias nos vienen de Jesucristo por mediación de su Madre y nuestra. Este es el sentir de los santos padres y de la Iglesia. Esperemos, pues, en nuestra Señora y Madre, acudiendo confiadamente a la misma, en nuestras necesidades espirituales y materiales.
Es el cauce por donde el Corazón del Salvador derrama sobre la humanidad los tesoros de sus gracias.
Oración. Oh Señor Jesucristo, medianero nuestro ante el Padre, que nos diste a la Santísima Virgen, tu madre, por madre nuestra y medianera delante de Ti: haz que cuantos a Ti acudieren para pedirte beneficios, se gocen de haberlo conseguido todo por su medio. Que vives ….
En mí está la Gracia para conocer el Camino de la Verdad; en mí toda Esperanza de Vida y de virtud.
Venid a mí todos los que me amáis; y saciaos con mis dulces frutos.
Aleluya, aleluya. (Is. 60) Tiende tu vista en derredor tuyo, y mira: todos ésos se han reunido para venir a ti.
Aleluya, aleluya. Vendrán de lejos tus hijos, y tus hijas acudirán a ti de todas partes. Aleluya.
(De antiguo misal del padre Vicente Molina, S. J.)


Apocalipsis 22, 16Yo, Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas cosas a las Iglesias. Yo soy el Retoño de David y su descendencia, la Estrella radiante de la mañana.
17El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven!», y el que escucha debe decir: «¡Ven!». Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida.


Lucas 10, 21 En aquella hora (el Señor) se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo y dijo:
«Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Sí, Padre, porque tal ha sido tu beneplácito.
22 Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo».



Juan17, 21 Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno
23–yo en ellos y tú en mí– para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado a ellos como me amaste a mí.

Además porque
Lc 11, 17…"Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.."

23 El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, derrama.


ORAR (AMAR), CARIDAD (COMPARTIR), CRUZ (CONFESAR a CRISTO), UNIDAD (AUNAR)
FIDELIDAD (LEALTAD A JESUCRISTO)

Ha pasado Pentecostés del año 2013, pero aún hoy estamos con la emulsión en nuestro interior de que el Padre estaba en lo alto, y el Espíritu Santo descendía como rocío en la asamblea congregada.
La aspersión del agua recordando y renovando nuestro bautismo, fue refrendada desde lo alto por el Señor.
Vivificando aquel día en que el Hijo fue bautizado, a los que por Él, ahora somos sus hijos. Seres pequeños y diminutos desde lo alto, pero amados y queridos con tanto amor como el que se tiene al Hijo.
¿De qué se trata entonces? Que continuemos la obra. Conocer al Hijo, seguir sus pasos, vivificarLe.



En este 2020 seguimos con medidas restrictivas motivadas por el “estado de alarma” consecuencia de la pandemia del coronavirus.
El Señor, como no podía ser de otra manera pues por Él vivimos, nos movemos y existimos, sigue actuando a veces de forma silenciosa.
Sin Él no podemos nada.
El caso es que días o semanas antes de la explosión viral en contagios, vi el Espíritu Santo en hospitales. Sobre todo se me quedó grabado lo acontecido al observar a dos mujeres sanitarias en zona UCI pediátrica. Adiestrado por lo ocurrido hace años, en aquel día en que se traspasaba el gobierno de una diócesis de un obispo saliente a otro entrante, me apliqué, por si mi misión era algo más que de espectador, testigo, a rezar porque ese signo rojo encima de la cabeza descendiera al interior de la persona si era menester, o a dar las gracias por ese don. Y que se reprodujera lo máximo posible en otras personas (proyectarlo). Esto fue rememorado, vuelto a ver, o proyectado, pues deja su impronta en el alma, en otro hospital, este más especializado en ancianos y en enfermos muy graves, en el que también se trató de que el Espíritu Santo se difundiese (quede claro que somos servidores, instrumentos). Especialmente para el personal que trabaja en hospitales y enfermos. Simplemente somos siervos inútiles del Señor que hacemos lo que tenemos que hacer en función de los signos y de nuestro aprendizaje.
El primer domingo de misa en directo tras el confinamiento, el 17 de mayo, al tomar la hostia y llevarla a mi boca, fue primero como elevarla del cáliz, es decir, como si se produjera la Ascensión. Sé que algo había ocurrido y con emoción caminé a mi sitio tras la comunión. Se produjo la aplicación práctica de lo que estudié estos días en dos libros sobre partes de la misa. En el que se explica cuándo se produce la Ascensión durante la sagrada celebración. La Resurrección en la conmixtio: el sagrado Cuerpo se une a su sagrada Sangre. La Ascensión cuando se muestra la Hostia reconstruida o alguno de sus trozos y se dice "Este es el Cordero de Dios..."
En estos textos que gratuitamente se pueden descargar:
  • Comprender la misa de la web https://www.liturgiapapal.org
    https://www.liturgiapapal.org/attachments/article/960/Comprender%20la%20Misa.pdf
  • Las aguas vivas que borbotean vol 1 del Padre Fortea, páginas 156 a 159:
    https://drive.google.com/file/d/1q67eQiSrQQADQGJlN7vHfRw3ID6-d2zY/view
    De tal forma que se verbalizó la palabra estudiada. Experimenté en la santa misa la Resurrección y la Ascensión.
    Es más, tras la misa estuve rezando el santo Rosario en una capilla, y en la misa de las 13 horas se leyó la 1ª lectura de la que corresponde a la solemnidad de la Ascensión, que es el comienzo del libro de los Hechos.
    Esto fue el domingo anterior a dicha solemnidad de la Ascensión, el 17 de mayo del 2020.
    Y además volví a presenciar el Espíritu Santo encima ahora de uno o más sacerdotes. Por lo que volví a proceder conforme a lo aprendido. Proyectar especialmente sobre más presbíteros. Orar. Que fuera hacía su interior si esa era la voluntad de Dios, o simplemente como testigo.
    Respecto a la celebración sin público de la santa misa, en más de una ocasión he sido partícipe de esta sagrada celebración sin nadie más que el sacerdote y yo. Hace uno o dos años, en una ermita, la de san Amaro, a las 8 y pico de la mañana celebramos la Eucaristía sacerdote, mujer y yo. En un momento determinado, al cerrar los ojos visioné puntos rojos. Aunque éramos 3 personas, había mucha más gente con nosotros. Emoción. La fuerza que me dio me permitió introducirme en zonas de la universidad... El Señor es muy agradecido. Nada de lo que se hace por Él se pierde, y tarde o temprano surge la Gracia.

    31052020 Pentecostés. Durante la misa noté el olor a sardina asada e incienso. Recordé la lectura de san Juan 21. Salen a pescar sin éxito. El Señor les facilita la pesca abundante. Al llegar a la orilla les tiene preparado un pescado asado y pan.
    Les proporciona la pesca, da de comer pescado asado y pan, espera a que se alimenten (desayunen), y solo entonces les pregunta si le aman (en la persona de Pedro). Solo pide que le quieran.
    Si es así que apacienten. Que le sigan. PAZ.
    Volví a notar la Resurrección y Ascensión Eucarística desde donde tiene que ser, en la posición del sacerdote celebrante. Es elevada la Hostia fragmentada desde la patena y el corporal por encima del Cáliz. Este es el Cordero de Dios...

  • Espirítu Santo*



    Misa de Pentecostés*



    índice de REZA EL SANTO ROSARIO*

    Tú, sígueme

    Si quiero que permanezca hasta que vuelva....Amén