24º. Dom Ord Ciclo C

Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores
El buen pastor da la vida por las ovejas
El amor del Padre ante el hijo pródigo y su hermano codicioso
Dios nos libre de todo tipo de codicia y avaricia, idolatría

Antífona de Entrada
A los que esperan en ti, Señor, concédeles tu paz y cumple así las palabras de tus profetas; escúchame, Señor, y atiende a las plegarias de tu pueblo.
Se dice «Gloria».

Oración Colecta
Oremos:
Míranos, Señor, con ojos de misericordia; y haz que experimentemos vivamente tu amor, para que podamos servirte con todas nuestras fuerzas.
Por nuestro Señor Jesucristo…
R. Amén.

Primera Lectura: El Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo

Lectura del libro de Éxodo 32, 7-11.13-14

En aquellos días dijo el Señor a Moisés:
«Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido.
No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él, le han ofrecido sacrificios y han dicho:
“Este es tu dios, Israel, el que te sacó de Egipto”.
Y el Señor le añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo».
Moisés trató de aplacar al Señor su Dios, diciéndole:
«¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que Tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abrahán, Isaac y Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo diciendo:
“Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido”».
Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
Del salmo 50

Me levantaré y volveré a mi padre.

Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados.
Me levantaré y volveré a mi padre.

Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu espíritu.
Me levantaré y volveré a mi padre.

Señor, abre mis labios y cantará mi boca tu alabanza. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
Me levantaré y volveré a mi padre.

Segunda Lectura: Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 1, 12-17

Querido hermano: Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, que me ha fortalecido por haberme considerado digno de confianza al encomendarme este ministerio. A mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia al no ser creyente.
Pero la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí, dándome la fe y el amor que proviene de Cristo Jesús. Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas:
Que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad, y sirviera de ejemplo a los que van a creer en él para obtener la vida eterna.
Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo, y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Aleluya.

Evangelio: Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepienta

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10

R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
«Este recibe a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo entonces esta parábola:
«Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió, hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, se la carga sobre los hombros, lleno de alegría; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice:
“¡Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido!”
Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepienta, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice:
“¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!”.
Les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente».
Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado".
Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso.
Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo".
Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!".
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».
Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice «Credo».

Oración de los Fieles
Celebrante:
Imploremos, hermanos y hermanas, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él:
Respondemos a cada petición:
Señor, atiende nuestra súplica.

Para los obispos, los presbíteros y los diáconos: pidamos al Señor una vida santa, tal como corresponde a su ministerio, y el premio abundante de su trabajo, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.

Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos: pidamos el don de la prudencia y el espíritu de justicia, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.

Para los enfermos e impedidos: pidamos al Señor la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades, y vivan alegres en la esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.

Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores: pidamos al Señor que nos conserve y aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.
Señor, atiende nuestra súplica.

Celebrante:
Dios nuestro: tú que, gracias a las oraciones de Moisés renunciaste a abandonar al pueblo que se obstinaba en rehusar tu amor, escucha las oraciones del nuevo Moisés, Cristo, Hijo tuyo y sacerdote nuestro, que no deja de interceder por los pecadores; y haz que también nosotros experimentemos aquella alegría que hay entre los ángeles de Dios, por un solo pecador que se convierte.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, con bondad, los dones y plegarias de tu pueblo; y haz que lo que cada uno ofrece en tu honor, ayude a la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Prefacio: Prendas de la Pascua eterna

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. En quien vivimos, nos movemos y somos; y todavía peregrinos en este mundo, no sólo experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya, en prenda la vida futura. Pues al poseer las primicias del Espíritu, por el cual resucitaste a Jesús de entre los muertos podemos esperar que un día sea nuestra pascua eterna. Por eso, Señor, te damos gracias y proclamamos tu grandeza, cantando con los ángeles:
Santo, Santo, Santo …

Antífona de la Comunión
Señor Dios, qué valioso es tu amor. Por eso los humanos se acogen a la sombra de tus alas.

Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la gracia de esta comunión nos transforme, Señor, tan plenamente, que no sea ya nuestro egoísmo, sino tu amor, el que impulse de ahora en adelante nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Estamos en este mundo para amar y servir a Dios y para salvarnos.
Las cosas sirven en tanto en cuanto te facilitan esto.

El hijo pródigo por la razón que fuera le pidió al padre la parte de la herencia que en su mentalidad creía que le correspondería.
Y el padre accedió a dárselo.
Repartió la herencia a los dos hermanos.
Fue bondadoso al dársela y justo al entregársela a ambos.
Se quedó una parte para sí.
La marcha del hijo pródigo con los bienes recibidos parece que supone una ruptura con su familia.
Parece como si los bienes fueran el nexo común que les unía.
Falta de amor.
En otro país dilapida los bienes viviendo disolutamente.
Llega una gran miseria en el lugar en el que se encuentra y pasa hambre.
Entra al servicio de un habitante para cuidar cerdos, y aún así sigue con grandes privaciones. Tiene hambre. Hubiese comido incluso las bellotas, los desperdicios dados a los animales, pero nadie se las daba. Parece que el hombre es honrado. Mejor dicho seguidor y cumplidor de la letra de la ley.
Recapacita, quiere volver a la casa del Padre, aunque sea como un jornalero. Allí los trabajadores son tratados mejor.
Ya no es el hijo que se creía con derecho a los bienes de su padre, pues los bienes ya los había recibido, ahora piensa en ganarse la vida trabajando para su padre. Humillado, arrepentido y en humildad vuelve.

Reconoce que ha pecado contra el Cielo y contra el Padre.
El Padre al verlo de lejos sale a su encuentro, lo besa, lo abraza.
El hijo se humilla ante Él, que ya le ha perdonado, y no solo esto sino que le viste con el mejor traje, le pone un anillo y sandalias, y prepara un festín, diciendo estas hermosas palabras: "porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado".
Llega el hermano, y pregunta a los sirvientes el porqué de la fiesta.
Para ellos es porque el hijo pródigo ha regresado sano y salvo.
No quiere entrar.
Entonces sale el Padre y le ruega que entre.
El hermano se justifica con que a él nunca le dio ni un cabrito para celebrar con sus amigos.
El Padre le responde: Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.
La Palabra de Dios no deja de sorprendernos. Sin duda que lo principal y fundamental de la lectura es el perdón del Señor, su ternura y amor.
Lo que para Dios es lo justo, lo que realmente es la justicia.
¿Qué es la justicia para Dios?
Volver al Padre.
En el Evangelio de san Juan dice Jesús a sus discípulos Jn 16, 8 "Y cuando él venga (El Paráclito, el Espíritu Santo), probará al mundo
dónde está el pecado,
dónde está la justicia
y cuál es el juicio.
9 El pecado está en no haber creído en mí.
10 La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.
11 Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
También el arrepentimiento del hijo. Su humillación y humildad ante el Padre.
Los padres tienen que soportar en muchas ocasiones la soberbia, la comodidad y el orgullo de sus hijos. Sus insolencias. El creerse con derecho a cosas que solo la bondad de los padres la conceden.
El hermano del pródigo, había recibido también los bienes de la herencia.
La vuelta de este le inoportuna.
Su respuesta es materialista: "Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!".
Reconoce que los bienes recibidos por la herencia son del Padre y codicia los que dejó para sí, y que ahora piensa que tendrá que compatir.
Para él lo justo sería que ya que ha estado con el Padre y ha cumplido la letra de la ley, le corresponden también sus bienes.
Las relaciones familiares para los hermanos parecen como si fueran como una transacción comercial, materialista, con falta de amor, caridad y misericordia.
Pero también para el hijo pródigo en el mundo que le tocó vivir allá donde fue, pues pasaba miseria y hambre, e incluso no le daban para que no pasara necesidad ni de lo que proporcionaban a los animales.
Un mundo basado en el materialismo y no en el compartir, en el amor, la caridad y la misericordia.
La idolatría del becerro de oro que pone su interés en lo tangible y el placer, olvidándose de Dios y el prójimo.
Del fariseísmo de ser amigo del dinero (Lc 16, 14) del que procedía Pablo.
Dios nos libre de cualquier clase de avaricia y codicia.
Pero, como ya se ha indicado lo fundamental es el amor y la misericordia de Dios.
El Buen Pastor que da su vida por las ovejas.
Que deja 99 ovejas, para salir en busca de la perdida.
O de la mujer que busca la moneda extraviada y cuando la encuentra, no se queda en sí misma, sale a contárselo a los vecinos porque lo importante no es la moneda en sí, lo material, sino el compartir la alegría, la felicidad con los semejantes que sabe la quieren. Sabe que todos se alegrarán, compartirán su dicha. Quizás, como indicó Van Thuan, se gaste más de la moneda en invitarles. Para Dios lo importante es el Amor, no los números.
En la lectura de la memoria a san Roberto Belarmino, el 17 de setiembre pone: "..si juzgas rectamente, comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación, comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin serás dichoso, si no lo alcanzas serás un desdichado.
Por consiguiente, debes considerar como realmente bueno lo que te lleva a su fin, y como realmente malo lo que te aparta del mismo. Para el auténtico sabio, lo próspero y lo adverso, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, los honores y los desprecios, la vida y la muerte son cosas que, de por sí, no son ni deseables ni aborrecibles. Si contribuyen a la gloria de Dios y a tu felicidad eterna, son cosas buenas y deseables; de lo contrario, son malas y aborrecibles".

La imagen de Dios está en el perdón, la misericordia, la ternura y el amor del Padre.
Dignificar al hijo.
La justicia, en amar al Señor. Volver al Padre. Salvarse. Seguir el Camino, la Verdad y la Vida. A Cristo, que nos lleva al Padre.
Jn 14, 6 Jesús le respondió:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí.
En la lectura de la memoria citada nos muestra cual debe ser nuestro fin: "La corona de la vida que el Señor ha prometido a los que lo aman. ¿Y qué es esa corona de la vida? Un bien superior a cuanto podamos pensar o desear, como dice san Pablo, citando al profeta Isaías: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman".
Por cierto, en esta parábola, ¿dónde está la madre?
La humilde María es el hogar.
Una cosa es la casa, y otra el hogar.
La Madre, es la que hace de la casa, hogar.
Eso que tanto se echa de menos cuando se está fuera.
Pero que en esta parábola parece no tener cabida por esa tendencia a lo material.
El peligro de convertir la vida en herencias, en dinero, beneficios y costes.
Ayer día 17.09.13 comentaba un voluntario de la Cruz Roja, que uno se daba cuenta del drama de la inmigración cuando abrazaba a un inmigrante tembloroso y con frío.
La Iglesia debería ser con sus sacramentos el camino a ese hogar al que se añora y quiere volver.
Como dice esa bonita canción:

HOY HE VUELTO, MADRE

1. Cuantas veces siendo niño te recé,
con mis besos te decía que te amaba,
poco a poco con el tiempo,
olvidándome de tí,
por caminos que se alejan me perdí.

Hoy he vuelto, Madre, a recordar
cuántas cosas dije ante tu altar
y al rezarte puedo comprender
que una madre no se cansa de esperar (BIS)

2. Al regreso me encendías una luz,
sonriendo desde lejos me esperabas,
en la mesa la comida aún caliente
y el mantel,
y en tu abrazo mi alegría de volver.

3. Aunque el hijo se alejara del hogar,
una madre siempre espera su regreso,
que a los hijos da el Señor
es su Madre y el milagro de su Amor.

¡Cuántos sacrificios han tenido que hacer los padres por sus hijos! Y ¡qué falta de correspondencia en muchos casos cuando los padres precisan, sobre todo al final de sus vidas de sus hijos!
El sacrificio que harían por sus propios hijos, les cuesta horrores hacérselo a sus padres enfermos o ancianos.
Que si tengo mi propia vida, que si me he de ocupar de mi familia, de mi trabajo, etc.
Estas dificultades en servirles en muchos casos son debidos a que el egoísmo, el materialismo, la falta de amor, rencores han generado esclavitudes. Proyectamos en nuestros padres nuestras frustraciones, fallos y deficiencias y los culpabilizamos. O nos aprovechamos de su amor casi incondicional. Un amor que en ocasiones tenemos la tendencia de probar hasta donde puede llegar, como probar al justo (Sabiduría 2, 10 y ss.), martirizando a nuestros progenitores inconscientemente. Porque ese amor tan extraordinario de un padre o una madre dimana de Dios. ¡Que importante es tener empatía con nuestros padres, para darse cuenta de la grandeza de su amor, de sus sacrificios, de su aguante! ¡Y cuanto les debemos!

Superar esto nos purifica, redime, hace justicia.
Todo el bien, el cariño, el amor, los sacrificios recibidos de los padres han de ser de alguna manera compensados.
Es un deber de justicia.
Conviene por tanto la buena atención de los padres al final de sus vidas. Que se sientan protegidos, amparados, queridos.
Que confíen en sus seres queridos.
No les parezca ser una molestia.
Por eso hay que procurar hacer las cosas bien.
Fue en la cruz donde Cristo nos redimió y nos dejó las 7 palabras.
Los momentos finales son los que dejan huella en nuestras vidas. El testamento de los seres queridos. Y paz o remordimiento si no se ha hecho lo que se debería.
Es en nuestros últimos momentos o en la enfermedad cuando podemos completar la pasión de nuestro Señor Jesucristo en nosotros.
Los que nos atienden, pueden hacer justicia por el bien que les hayamos hecho, o el mal que les hayamos soportado.
O bien redimir las culpas por sus pecados, o como signo de amor al Señor, ponerlo a los pies del Redentor, que sufrió por todos nuestros pecados. Como dijo Dimas crucificado al lado del Señor, la muerte es en justicia lo que nos merecemos por nuestros pecados mortales. Pero el Señor ha cargado con ellos, ha hecho justicia por nosotros para redimirnos y salvarnos. Podemos reconocer nuestros pecados y adherirnos a la Redención de Cristo, identificarnos con Él, participar desde nuestra pobreza en la redención.
Como dice esta oración final tras el sacramento de la confesión: "La Pasión de nuestro Señor Jesucristo, la intercesión de la Bienaventurada Virgen María y de todos los Santos, el bien que hagas y el mal que puedas sufrir, te sirvan como remedio de tus pecados, aumento de gracia y premio de vida eterna. Vete en paz".
Por eso, cuanto más purificados lleguemos allá arriba, más podremos ayudar a los que están aquí abajo.
Si no es así, los de abajo tendrán que completar (o ayudarnos a completar) lo que nos falta para llegar allá arriba.
Recuerdo ver en televisión a una mujer que tenía a sus padres en casa con Alzhéimer.
Creo que ya ni la reconocían.
Ella decía que lo importante era que eran sus padres, y los tenía a los dos allí en su casa.
Eclesiástico 3, 12:16 "Hijo mío, socorre a tu padre en su vejez y no le causes tristeza mientras viva.
Aunque pierda su lucidez, sé indulgente con él; no lo desprecies, tú que estás en pleno vigor.
La ayuda prestada a un padre no caerá en el olvido y te servirá de reparación por tus pecados.
Cuando estés en la aflicción, el Señor se acordará de ti, y se disolverán tus pecados como la escarcha con el calor.
El que abandona a su padre es como un blasfemo y el que irrita a su madre es maldecido por el Señor.
Mateo 6, 24 Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.
Mateo 7, 21 «No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
24 «Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca...

Ser prudente es ser fiel a la Palabra de Dios.
¡Tantas cosas se pueden extraer de las palabras del Señor!
Espero que lo escrito haya sido del agrado del Señor, que sea luz que el Señor haya querido transmitir desde mi pobreza.
En otro caso, que Dios me perdone; aunque el Señor a veces escribe con renglones torcidos.

Mandó a sus discípulos ir en pobreza para evangelizar
El Señor les pidió evangelizar yendo de dos en dos (según san Marcos) y en pobreza.
¿Por qué? Porque busca lo mejor para la misión, para que tenga éxito.
No se trata de una imposición sin más, el Señor quiere lo mejor para que su Palabra llegue a la persona.
Marcos 6, 7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos.
8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; 9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»
10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí.
11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.»
12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; 13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
También está recogido en Mateo 10, 5-16 y Lucas 9, 1-6

¿Por qué los mando de dos en dos sin nada, en pobreza?
Porque es lo mejor. Compañía, ayuda y un testigo en el camino. Alguien que te muestre las virtudes y defectos en la predicación. Que rectifique los errores y ahonde en los aciertos. Auxilio en los momentos de dificultades.
Cuando las mujeres dan la noticia de la Resurrección del Señor, salen dos discípulos hacia el sepulcro; y llegado uno de ellos allí, espera hasta que el otro, Pedro, le alcance para entrar. Viene recogido en Juan 20,3. El discípulo amado espera para entrar en la escena de la Resurrección.
O como cuando el Señor se aparece a dos que iban de camino a Emaús. En esos momentos era mejor que fueran dos, como mejor manera de confraternizar, de estar atentos y poder comunicarse fluidamente, así como para que después diesen un testimonio con mayor peso.
Para el caso de ir en misión de evangelización hay que tener muy presente que por nuestros propios medios no podemos nada. El Espíritu Santo tiene que actuar.
Un sacerdote estaba en el confesionario escuchando la homilía del oficiante. Y pensaba decepcionado en lo que decía, cuando llegó un hombre a confesarse. Le dijo que hacía mucho tiempo que no acudía al sacramento de la reconciliación pero que las palabras de la homilía habían hecho que se acercara al Sacramento.
En un ocasión quería transmitir a mi madre alguna iluminación de santa Teresita. Me dio la impresión de que no lo había conseguido y me humillé. Para mi sorpresa, mi madre había captado lo que había querido transmitirla.

Volviendo al tema de cómo hay que ir a evangelizar, por las palabras de Jesús ¿significa que hay que ir siempre de dos en dos?
No, pero conviene.
En ocasiones hay que ir de forma individual para hacer cosas que te daría, por ejemplo, más vergüenza (respetos humanos) yendo con otro, o que te impediría hacer si fueras con otra persona. Esa vergüenza o respetos humanos se supera pensando en el bien que puedes hacer o el servicio que puedes prestar al Señor. Él suele agradecer con grandes gracias estos esfuerzos.
Tenemos ejemplos en los Evangelios. Por ejemplo el diálogo de Jesús con la samaritana, con Nicodemo, su oración y tentaciones en el desierto como preparación a la misión, la aparición a María Magdalena.
¿Por qué ir sin nada, en pobreza?
Para llegar mejor al hermano, entrar en su vida y que tu vida le llegue a él. Conocer mejor sus problemas y anhelos y alcanzar la empatía. Moverle a salir de su egoísmo para darle al Señor y que lo reciba.
Cuando uno es niño, con esa facilidad para relacionarse, en muchas ocasiones pasa todo el día con el amigo o familiar, incluso puede llegar a quedarse a dormir en su casa.
En algunos lugares cuando te invitan la costumbre es pasar todo el día con la persona que te ha invitado. Esto me parece que es costumbre en Marruecos.
Jn 1, 35...estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos 36 y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. 38 Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que traducido significa Maestro– ¿dónde vives?». 39 «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día
¿Basta por tanto llegar a un sitio, echar un sermón o conferencia y marcharse para evangelizar?
Creo que no. Probablemente además, en ocasiones el público esté formado por incondicionales a los que no hace falta evangelizar.
Evangelizar supone un esfuerzo de salir de nuestros intereses, egoísmos, comodidades, seguridades materiales, para poder entrar en la vida de las personas. Salir de uno mismo para compartir. En pobreza es lo ideal. Depender del otro, para que el otro te reciba. Para que haya comunicación, empatía.
Un ejemplo. Creo que lo comentó un joven sacerdote que estuvo en la JMJ de Alemania. Debieron de perder las maletas y tuvieron que dejarles hasta la ropa interior. Esto crea unos vínculos especiales, una mayor fraternidad y un recuerdo imborrable.
También comentó que al pasar por los pueblos se encontraban con niños que ofrecían zanahorias a los peregrinos. Decía que nunca había comido zanahorias tan ricas, por esa disposición y cariño con las que las entregaban.
Recuerdo mi primera excursión con el colegio. Habíamos llegado al pinar de Tamadaba. A la hora de la comida, en el grupo en el que estaba, se ofrecía y compartía lo que nuestras madres nos habían preparado. Recuerdo la amabilidad con que ofrecían los compañeros lo que tenían.
Sin el auxilio del Espíritu Santo, no es posible la evangelización. Pero debemos intentar ponérselo fácil para que le sirvamos mejor. Sin duda que ir en pobreza es lo ideal.
Se ha abandonado la oración y los sacramentos. Las personas son cada vez más egoístas y materialistas.
La tendencia es en muchos casos al individualismo. Una falsa comodidad, que nos hace encerrarnos en nosotros mismos, nos debilita, y nos hace más infelices.
Por ejemplo: el compartir coche, o que alguien te lleve en el suyo, supone estar un tiempo en un lugar pequeño, que puede hacer que comentes cosas que no comunicarías en otras circunstancias.
La felicidad está en compartir. Solo en el amor uno se puede realizar.
¿Qué es lo mejor para evangelizar?
Aquello que mejor sirva al Señor, que ayude a salvar.
Humildad, sencillez, abierto a la acción del Espíritu, empatía, pobreza para abrir y mover corazones y mostrar cual es el verdadero tesoro, donde está la felicidad y la paz del Señor. Vivir con quien se quiere evangelizar o como aquellos que se quiere evangelizar. Ser uno más en el entorno en el que se está.
No recuerdo bien en que lugar era. Lo vi en televisión. El personaje era religioso, probablemente sacerdote. Puso su tienda en el entorno en el que estaba. Un cuchitril de pocos metros cuadrados. Una única habitación. La cocina, un fuego que se hacía en ese habitáculo. Vivía como la gente de su alrededor: pobre para servir a los pobres.
Para el cristiano toda vida es importante, desde su concepción hasta su muerte.
Lleva la impronta (imagen) del Creador, es Sagrario del Espíritu Santo.
Por tanto toda vida es Sagrada.
Sea la de quien fuera.
No matarás.
Solo Dios es el justo juez.
Incluso a David, el Señor le dijo que no sería él el que le edificaría un templo, por la sangre que había derramado, sino su hijo Salomón.
Somos servidores de Dios. Y la Palabra hecha Verbo, carne, ¿qué nos dice? Que el Buen Pastor da la vida por sus ovejas, y va en busca de la perdida, hasta que la encuentra, la pone en sus hombros, y vuelve feliz porque hay más alegría en el Cielo por un pecador que se convierta, que por 99 justos que no necesitan de conversión. Misión: salvar.
Si Dios le dijo a Abraham que su descendencia sería como las estrellas del cielo, el Cielo tras Jesús tiene millones de estrellas que te contemplan, te acompañan, te quieren. Nunca estás solo. Haz lo que hizo Jesús. Frente al egoísmo, al estar a lo mío o al propio beneficio, cualquier pequeña buena acción importa, es contemplada por millones de estrellas, por Jesús, el amigo que nunca falla que va delante de ti para guiarte, a tu lado para acompañarte, detrás de ti para ayudarte. Además, tu pequeña o gran acción, es fermento para que otros gocen, sostengas, animes a hacer otro tanto.
Moisés intercedió por su pueblo. Jesús muestra quien es realmente Dios. Es la Palabra hecha Obra, el Verbo. La Misericordia personificada. El Padre misericordioso que espera hasta el final a que el hijo se convierta y vuelva a Él. Para Dios cada hijo es importante, y si vuelve a Él, le perdona y celebra fiesta, porque el hijo que estaba muerto, ha vuelto a la Vid-a.
Recuerda, para Cristo cada vida importa.
Por una vida, la de Cristo, en sacrificio voluntario, hemos sido salvados.
Haz tu lo mismo.
Vivir para servir, no para servirse.
Cada persona importa. No quiere que nadie se pierda.
Millones de estrellas te acompañan, y te esperan.
Allí donde la música es maravillosa.
Y la felicidad, completa.
Ver el rostro del Amor.

"El Hijo pródigo, la misericordia"

  • Verdad y felicidad según san Agustín

    Índice de REZA EL SANTO ROSARIO*