Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

(Jueves después de Pentecostés)
Fiesta
Esta celebración fue instituida por el Papa Pío XI como Misa votiva, en su encíclica "Ad catholici sacerdotii" promulgada el 20 de diciembre de 1935. Luego pasó a tener categoría de fiesta. Conmemora el sacerdocio de Jesucristo del cual participan los miembros del clero, como ministros y servidores del pueblo de Dios, a ejemplo de Nuestro Señor.

Antífona de Entrada
Cristo, Mediador de una Nueva Alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
Se dice «Gloria».

Oración Colecta
Oremos:
¡Oh Dios!, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a tu Hijo único Sumo y Eterno Sacerdote; concede, a quienes él eligió para ministros y dispensadores de sus ministerios, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido.
Por nuestro Señor Jesucristo…
R. Amén.

Primera Lectura: El fue traspasado por nuestros crímenes

Lectura del libro del profeta Isaías 52, 13-15; 53, 1-12

He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será puesto en alto. Muchos se horrorizaron al verlo, porque estaba desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán lo que nunca habían imaginado, ¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará el poder del Señor?
Creció en su presencia como planta débil, como una raíz en el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado.
El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. El soportó el castigo que nos trae la paz. Por sus llagas hemos sido curados.
Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a degollar; como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó de su suerte?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los malhechores a la hora de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los crímenes de ellos.
Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y fue contado entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
del Salmo 39
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Cuántas maravillas has hecho, Señor y Dios mío, cuántos planes en favor nuestro. Nadie se te puede comparar.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley en mi corazón.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo sabes, Señor.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

No callé tu justicia, antes bien, proclamé tu lealtad y tu auxilio. Tu amor y tu lealtad no los he ocultado a la gran asamblea.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Segunda Lectura: Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 12-23

Hermanos: Cristo ofreció un solo sacrificio por los pecadores y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.
Lo mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un pasaje de la Escritura: “La alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos días, palabra del Señor, es ésta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones”. Y prosigue después: “Yo les perdonaré sus culpas y olvidaré para siempre sus pecados”. Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.
Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable. Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Miren a mi siervo, a quien sostengo; a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi Espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones.
Aleluya.

Evangelio: Hagan esto en memoria mía

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-20

R. Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo :
«Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios».
Luego tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo:
«Tomen esto y repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios».
Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
Después de cenar, hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo:
«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama sobre ustedes».

Palabra del Señor.
R. Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice «Credo».
Oración de los Fieles
Celebrante:Oremos, hermanos y hermanas, a Dios, nuestro Padre, por Jesucristo, su Hijo, constituido Pontífice y Mediador.
Respondemos: R. Amén.

Para la Iglesia santa de Dios, extendida por todo el universo, pidamos la plenitud del amor de Dios.
R. Amén.

Por el Papa NN. y todo el Colegio Apostólico, para que iluminen con la verdad, pidamos la firmeza en la fe y la fortaleza de Dios.
R. Amén.

Por los sacerdotes de Cristo, para que proclamen con fidelidad la palabra de salvación, pidamos la sabiduría del Hijo de Dios.
R. Amén.

Para los que consagran su espíritu y vida al Reino de Dios, pidamos los dones del Espíritu Santo.
R. Amén.

Para los que rigen los destinos de los pueblos e influyen en la paz del mundo, pidamos el espíritu de justicia y amor.
R. Amén.

Para todos los que sufren, pidamos el consuelo de la fe en la cruz de Cristo.
R. Amén.

Para nosotros, reunidos en el nombre del Señor, pidamos fidelidad a nuestra misión en la Iglesia.
R. Amén.

Para todos los que murieron en la paz del Señor, pidamos que contemplen ya la faz de Dios.
R. Amén.

Celebrante:Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que tanto amaste al mundo que le diste a tu Hijo único; escucha la oración que te hemos presentado con humildad y confianza, y, para que nuestros deseos puedan ser siempre atendidos, haz que deseemos lo que tú quieres.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Jesucristo, nuestro Mediador, te haga aceptables estos dones, Señor, y nos presente juntamente con él como ofrenda agradable a tus ojos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Prefacio: Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
El no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige a los hombres de este pueblo para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.
Ellos remuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, presiden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darle así testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, nosotros, Señor, con los ángeles y los santos, cantamos tu gloria diciendo.
Santo, santo, santo…

Antífona de la Comunión
Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, dice el Señor.

Oración después de la Comunión
Oremos:
La Eucaristía que hemos ofrecido y recibido nos dé la vida, Señor, para que, unidos a ti en caridad perpetua, demos frutos que siempre permanezcan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

23/5/2013-12/6/2014-28/5/2015-19/5/2016-8/6/2017-24/5/2018-13/6/2019

OFICIO DE LECTURA


Himno
A TI, JESÚS, TE ALABAN LAS NACIONES
A ti, Jesús, te alaban las naciones;
que a tu reino nos llevas,
y en ti cobra esperanza nuestra súplica,
único mediador de cielo y tierra.

Verbo de Dios, por quien todo fue hecho,
nacido de María;
Tú, la hostia pura, santa, inmaculada,
que de ofrecerse a Dios sola fue digna.

Ungido por el Padre, Jesucristo,
eterno sacerdote,
reconcilias al cielo con la tierra,
los hombres y los ángeles te adoren.

Dios de Dios verdadero, igual al Padre,
por nosotros te ofreces
en sacrificio, y mueres por nosotros,
trocando en vida eterna nuestra muerte.

Clavado en cruz, nos miras, te miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda. Amén.

PRIMERA LECTURA

Hebreos 4,14–5,10
JESUCRISTO, SUMO SACERDOTE
Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos -Jesús, el Hijo de Dios- mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.
Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.
Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza. Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo.
Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.
De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: «Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.»
Como también dice en otro lugar: «Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec.»
El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios Sumo Sacerdote “a semejanza de Melquisedec”.-

SEGUNDA LECTURA

Pío XII. De la carta encíclica Mediator Dei

Cristo, sacerdote y víctima

Cristo es ciertamente sacerdote, pero lo es para nosotros, no para sí mismo, ya que él, en nombre de todo el género humano, presenta al Padre eterno las aspiraciones y sentimientos religiosos de los hombres. Es también víctima, pero lo es igualmente para nosotros, ya que se pone en lugar del hombre pecador. Por esto, aquella frase del Apóstol: Tened los mismos sentimientos propios de Cristo Jesús exige de todos los cristianos que, en la media de las posibilidades humanas, reproduzcan en su interior las mismas disposiciones que tenía el divino Redentor cuando ofrecía el sacrificio de sí mismo: disposiciones de una humilde sumisión, de adoración a la suprema majestad divina, de honor, alabanza y acción de gracias.
Les exige asimismo que asuman en cierto modo la condición de víctimas, que se nieguen a sí mismos, conforme a las normas del Evangelio, que espontánea y libremente practiquen la penitencia, arrepintiéndose y expiando los pecados.
Exige finalmente que todos, unidos a Cristo, muramos místicamente en la cruz, de modo que podamos hacer nuestra aquella sentencia de san Pablo: Estoy crucificado con Cristo.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, Tú eres el Rey de la gloria,
Tú el Hijo y Palabra del Padre,
Tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.


Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.


Oración
Oh Dios, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a tu Hijo único sumo y eterno sacerdote, concede a quienes él eligió para ministros y dispensadores de sus ministerios la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido.
—Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
R/. Amén.


Jn 21, 20 Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
21 Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús:
«Señor, ¿y qué será de este?».
22 Jesús le respondió:
«Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme».
23 Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «Él no morirá», sino: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?».

índice de REZA EL SANTO ROSARIO*