7º Domingo del ordinario Ciclo A:
Amar a los enemigos.

Pero, ¿quiénes son los enemigos de un cristiano?

Después de Cristo, de su vida, pasión, muerte y resurrección por la salvación de la humanidad, no es otra persona.
Mira cuales fueron las palabras de Jesucristo crucificado entre malhechores, martirizado y cercana ya su muerte:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Lc 23,34)
Por tanto el enemigo no es otra persona.
El enemigo es el mundo, el demonio y la carne.
Es el pecado que lleva a la muerte.
Esos son los enemigos a combatir y con la ayuda de Dios, derrotar para llegar a la meta.
Las personas que se comportan como enemigos nuestros son una oportunidad para que les evangelicemos, perdonemos, amemos, para que hagamos con ellos como Jesús hizo con nosotros, que éramos sus enemigos por nuestros pecados.
Les ayudemos a liberarse de las esclavitudes del pecado.
Sus formas de comportarse en nuestra contra, son en muchas ocasiones debidas a su servidumbre al pecado.
Son una provocación, un lazo para que caigas, una forma de enredarte, de poseerte: Mateo 27, 39; Marcos 15, 29; Lucas 23, 35.
Es la oportunidad de santificarnos, de parecernos cada vez más al Señor.
Si Cristo vive en nosotros, seremos salvos.
La soberbia, el orgullo, el egoísmo, el cinismo, la mentira, la frialdad, el odio, el mal deseo o pensamiento, la lujuria, la idolatría.. esos sí son enemigos a combatir.
¿A quién hay que echar?
Al demonio.
Es lo que hacía Jesucristo.
A otra persona no.
Toda persona es imagen de Dios.
Tiene la impronta del Señor.
La misión es hacer lo que hacía Jesucristo, intentar salvarla con la ayuda de Dios.
Sanarla.
Desde la humildad, la oración y con Fe, liberarla.
El que te hace la vida imposible, te pone la zancadilla, te martiriza, te envidia ¿es tu enemigo?
Es una oportunidad de ofrecer esta cruz al Señor, de ponerla a sus pies, de bendecir y orar por el que te hace mal, de parecerte más a Jesucristo, de con este sufrimiento pedir por tus seres queridos, por el perdón de tus culpas o pecados. Es una oportunidad de santificación y de salvación.
Y de confiar en Dios.
Destierra de tu cabeza el "me cae mal".
El Señor no conjuga ese verbo.
Y agradece cualquier esfuerzo de amor.
Da la mano al que te hace algún mal o te da aprensión.
Quizás tus manos perciban algún día su Corazón.
Esto me ocurrió en una sabatina a nuestra Madre celestial.
Al final de la misa extendí mis manos hacia el Sagrario.
Y noté algo en ellas.
Tuve la certeza, la iluminación de que era un corazón.
Especialmente dedicado a los fieles de la sabatina
Momentos gozosos.
Y unos escrúpulos irracionales momentos después.
Tras la iluminación, las tinieblas atacan.
El último enemigo es la muerte. Ante la muerte humildad. El Señor la acallará, te librará.
Si su voluntad es otra, acuérdate de la valentía, fe, humildad, confianza y esperanza de Dimas. (Lc 23, 39)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 6, 10-13.18

Hermanos: Busquen su fuerza en el Señor y en su invencible poder. Ponemos las armas que Dios da para poder resistir a las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal, que dominan este mundo de tinieblas.
Por eso, tomen las armas de Dios para poder resistir en el día fatal y, después de actuar a fondo, mantener las posiciones. Oren en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tengan vigilias en las que oren con constancia por todo el pueblo santo.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Si tú cristiano consideras a otra persona como enemigo tuyo, estás perdiendo el tiempo.
Estás haciéndote enemigo de ti mismo. Del amor que Dios ha depositado en ti, y que tienes que dar a los demás, sobre todo a los que más lo necesiten. Te estás dejando engañar y estás cayendo en las ardides del maligno. Estás perdiendo la oportunidad de santificarte haciendo el bien al que te hace algún mal o piensas (eres tentado) que te hace mal.
Atrae la bendición del Señor a ti y los tuyos. La obtienes haciendo el bien, no atraigas el mal.
Al mal se le vence haciendo el bien.


Misa de la 7ª semana del ordinario año par
Antífona de Entrada
Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Se dice «Gloria».

Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad
Por nuestro Señor Jesucristo…
R. Amén.

Primera Lectura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo

Lectura del libro del Levítico 9, 1-2. 17-18

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
«Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo.
No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor».

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
Del Salmo 102

El Señor, es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
El Señor, es compasivo y misericordioso.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
El Señor, es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
El Señor, es compasivo y misericordioso.

Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
El Señor, es compasivo y misericordioso.

Segunda Lectura: Todo es de ustedes, ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 16-23

Hermanos: ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Quien destruye el templo de Dios, será destruido por Dios, porque el templo de Dios es santo y ustedes son ese templo.
Que nadie se engañe: si alguno de ustedes se tiene a sí mismo por sabio según los criterios de este mundo, que se haga ignorante para llegar a ser verdaderamente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es ignorancia ante Dios, como dice la escritura: Dios hace que los sabios caigan en la trampa de su propia astucia. También dice: El Señor conoce los pensamientos de los sabios y los tiene por vanos.
Así, pues que nadie se gloríe de pertenecer a ningún hombre, ya que todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo y Pedro, el mundo, la vida y la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes; ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.

Palabra de Dios.
R. Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud.
Aleluya.

Evangelio: Amen a sus enemigos

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda.
Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amén a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.
Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».
Palabra de Dios
R. Te alabamos, Señor.

Se dice «Credo».

Oración de los Fieles
Celebrante:
Invoquemos, hermanos y hermanas, a Dios todopoderoso con una oración tan pura y humilde, que merezca obtener lo que pedimos:

A cada petición respondemos:
Escúchanos, Padre.

Por la santa Iglesia, extendida de Oriente a Occidente: para que el Señor la mantenga firme y confiada en medio de las contrariedades y tentaciones del mundo, roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Por los que tienen autoridad en el mundo, para que bajo su gobierno podamos vivir en paz y concordia glorificando a Cristo, nuestra esperanza, roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Por los que nos desprecian a causa de nuestra fe y por los que persiguen a la Iglesia: para que el Señor les conceda encontrar la verdad, roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Por los que estamos aquí reunidos en el nombre del Señor y por aquellos por los que queremos orar, para que Dios nos conceda perseverar en la fe y nos reúna un día a todos en su reino, roguemos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Celebrante:
Dios nuestro, que has revelado la fuerza de tu amor en tu Hijo, burlado y humillado en la cruz, escucha nuestras oraciones, haznos dóciles a la voz de tu Espíritu, y haz que trabajemos con valentía para que el bien triunfe sobre el mal dando así testimonio de tu Evangelio de paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Oración sobre las Ofrendas
Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza que vamos a ofrecerte, nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Prefacio: El misterio de la salvación

V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.

V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
El cual, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen; sufriendo en la cruz, nos libró de eterna muerte y, resucitando, nos dio vida eterna. Por eso,
con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión
Proclamaré Señor, todas tus maravillas y me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre, Dios altísimo.

Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos has dado, Señor, en este sacramento, sean para todos nosotros una prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Índice de REZA EL SANTO ROSARIO*