JUEVES XXX

De las Disertaciones de san Atanasio, obispo, Contra los arrianos.
(Disertación 2, 78. 79:  PG 26, 311. 314)
LAS OBRAS DE LA CREACIÓN REFLEJO DE LA SABIDURÍA ETERNA
En nosotros y en todos los seres hay una imagen creada de la Sabiduría eterna. Por ello, no sin razón, el que es la verdadera Sabiduría de quien todo procede, contemplando en las creaturas como una imagen de su propio ser exclama: El Señor me creó al comienzo de sus obras. En efecto, el Señor considera toda la sabiduría que hay y se manifiesta en nosotros como algo que pertenece a su propio ser.
Pero esto no porque el Creador de todas las cosas sea él mismo creado, sino porque él contempla en sus creaturas como una imagen creada de su propio ser. Ésta es la razón por la que afirmó también el Señor: El que a vosotros recibe a mí me recibe, pues aunque él no forma parte de la creación, sin embargo en las obras de sus manos hay como una impronta y una imagen de su mismo ser, y por ello, como si se tratara de sí mismo, afirma: El Señor me creó al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras.
Por esta razón precisamente la impronta de la sabiduría divina ha quedado impresa en las obras de la creación para que el mundo, reconociendo en esta sabiduría al Verbo, su Creador, llegue por él al conocimiento del Padre. Es esto lo que enseña el apóstol san Pablo: Son manifiestas a ellos las verdades que se pueden conocer acerca de Dios. Bien claro se las manifestó él. Así, desde la creación del mundo, lo invisible de Dios es conocido mediante las obras. Por esto, el Verbo, en cuanto tal, de ninguna manera es creatura, sino el arquetipo de aquella sabiduría de la cual se afirma que existe y que está realmente en nosotros.
Los que no quieren admitir lo que decimos deben responder a esta pregunta: ¿existe o no alguna clase de sabiduría en las creaturas? Si nos dicen que no existe, ¿por qué arguye, san Pablo diciendo que, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría? Y si no existe ninguna sabiduría en las creaturas, ¿cómo es que la Escritura alude a tan gran número de sabios? Pues en ella le afirma: El sabio, lleno de temor, se aparta del mal y con sabiduría edifica su casa.
Y dice también el Eclesiastés: La sabiduría del hombre hace brillar su rostro; y el mismo autor increpa a los temerarios con estas palabras: No digas: ¿cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello.
Que exista la sabiduría en las cosas creadas queda patente también por las palabras del hijo de Sirac. La derramó sobre todas sus obras, la repartió entre los vivientes, según su generosidad, la regaló a los que lo aman; pero esta efusión de sabiduría no se refiere, en manera alguna, al que es la misma Sabiduría por naturaleza, el cual existe en sí mismo y es el Unigénito, sino más bien a aquella sabiduría que aparece como su reflejo en las obras de la creación. ¿Por qué, pues, vamos a pensar que es imposible que la misma Sabiduría creadora, cuyos reflejos constituyen la sabiduría y la ciencia derramadas en la creación, diga de sí misma: El Señor me creó al comienzo de sus obras? No hay que decir, sin embargo, que la sabiduría que hay en el mundo sea creadora; ella, por el contrario, ha sido creada, según aquello del salmo: El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos.

Responsorio    Sb 7, 22. 23; ICo 2, 10
R. Hay en la sabiduría un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, perspicaz, amante del bien, incoercible, firme, seguro, sereno; * él todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus.
V. El Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios.
R. Él todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus.


Para todos los "listos del mundo" que no reconocen a Dios:

JUEVES XXXI

Año II:
Del libro de la Sabiduría 13, 1-10; 14, 15-21; 15, 1-6
EL HOMBRE SABIO RECHAZA A LOS ÍDOLOS
Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios, y fueron incapaces de conocer al que es partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al artífice fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si, fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las creaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser.
Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño? Son unos desgraciados, ponen su esperanza en seres inertes, los que llamaron dioses a las obras de sus manos humanas, al oro y la plata labrados con arte y a figuras de animales, o a una piedra inservible, obra de mano antigua.
Un padre, desconsolado por un luto prematuro, hace una imagen del hijo malogrado, y, al que antes era un hombre muerto, ahora lo venera como un dios e instituye misterios e iniciaciones para sus subordinados; luego arraiga con el tiempo esta impía costumbre y se observa como ley. También por decreto de los soberanos se daba culto a las estatuas; como los hombres, viviendo lejos, no podían venerarlos en persona, representaron a la persona remota haciendo una imagen visible del rey venerado, para así, mediante esta diligencia, adular presente al ausente.
La ambición del artista, atrayendo aun a los que no lo conocían, promovió este culto; en efecto, queriendo tal vez halagar al potentado, lo favorecía, forzando hábilmente el parecido, y la gente, atraída por el encanto de la obra, juzga ahora digno de adoración al que poco antes veneraba como hombre. Este hecho resultó una trampa, para el mundo que los hombres, bajo el yugo de la desgracia y, del poder, impusieran el nombre incomunicable a la piedra y al leño. Pero tú, Dios nuestro, eres bueno, leal y paciente, y con misericordia gobiernas todas las cosas. Aunque pequemos, somos tuyos, acatamos tu poder; pero no pecaremos, sabiendo que te pertenecemos. La perfecta justicia consiste en conocerte a ti, y reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad. No nos extraviaron las malas artes inventadas por los hombres, ni el trabajo estéril de los pintores -figuras realizadas con manchas polícromas-; su contemplación apasiona a los necios, que se entusiasman con la imagen sin aliento de un ídolo muerto. Están enamorados del mal y son dignos de tales esperanzas tanto los autores como los entusiastas y los adoradores.

Responsorio    Rm 1, 20; Sb 13, 5. 1
R. Después de la creación del mundo, conocemos los atributos invisibles de Dios, aprehendidos mediante las creaturas. * Pues, por la magnitud y belleza de las creaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser.
V. Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios.
R. Pues, por la magnitud y belleza de las creaturas, se descubre por analogía al que les dio el ser.

JUEVES I

SEGUNDA LECTURA

De la Disertación de san Atanasio, obispo, Contra los gentiles (Núms. 40-42: PG 25, 79-83)
El Verbo del Padre embellece, ordena y contiene todas las cosas
El Padre de Cristo, santísimo e inmensamente superior a todo lo creado, como óptimo gobernante, con su propia sabiduría y su propio Verbo, Cristo, nuestro Señor y salvador, lo gobierna, dispone y ejecuta siempre todo de modo conveniente, según a él le parece adecuado. Nadie ciertamente negará el orden que observamos en la creación y en su desarrollo, ya que es Dios quien así lo ha querido. Pues, si el mundo y todo lo creado se movieran al azar y sin orden, no habría motivo alguno para creer en lo que hemos dicho. Mas si, por el contrario, el mundo ha sido creado y embellecido con orden, sabiduría y conocimiento, hay que admitir necesariamente que su creador y embellecedor no es otro que el Verbo de Dios.
Me refiero al Verbo que por naturaleza es Dios, que procede del Dios bueno, del Dios de todas las cosas, vivo y eficiente; al Verbo que es distinto de todas las cosas creadas, y que es el Verbo propio y único del Padre bueno; al Verbo cuya providencia ilumina todo el mundo presente, por él creado. Él, que es el Verbo bueno del Padre bueno, dispuso con orden todas las cosas uniendo armónicamente lo que era entre sí contrario. Él, el Dios único y unigénito, cuya bondad esencial y personal procede de la bondad frontal del Padre, embellece, ordena y contiene todas las cosas.
Aquel, por tanto, que por su Verbo eterno lo hizo todo y dio el ser a las cosas creadas no quiso que se movieran y actuaran por sí mismas, no fuera a ser que volvieran a la nada, sino que, por su bondad, gobierna y sustenta toda la naturaleza por su Verbo, el cual es también Dios, para que, iluminada con el gobierno, providencia y dirección del Verbo, permanezca firme y estable, en cuanto que participa de la verdadera existencia del Verbo del Padre y es secundada por él en su existencia, ya que cesaría en la misma si no fuera conservada por el Verbo, el cual es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura; por él y en él se mantiene todo, lo visible y lo invisible, y él es la cabeza de la Iglesia, como nos lo enseñan los ministros de la verdad en las sagradas Escrituras.
Este Verbo del Padre, omnipotente y santísimo, lo penetra todo y despliega en todas partes su virtualidad, iluminando así lo visible y lo invisible; mantiene él unidas en sí mismo todas las cosas y a todas las incluye en sí, de tal manera que nada queda privado de la influencia de su acción, sino que a todas las cosas y a través de ellas, a cada una en particular y a todas en general, es él quien les otorga y conserva la vida.
 
Responsorio Cf. Pr 8, 22-30
R. El Señor me estableció al principio, cuando no había hecho aún la tierra, antes de que asentara los abismos e hiciera brotar los manantiales de las aguas. * Todavía no estaban cimentados los montes ni formadas las colinas cuando el Señor me engendró.

V. Cuando colocaba los cielos, yo estaba junto a él como arquitecto.






inicio

Ser bueno ¿basta?

Sacrificar la vida por la ley, el derecho, el partido, la clase, el líder, el ideal, el ídolo, ¿basta?
Sólo Dios lo sabe.
Pero Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
Todo lo demás que intente usurpar esto, no es lo cierto.

Mateo 22, 36 a 40:   «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?»
Él le dijo: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el mayor y el primer mandamiento.
El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas.»

Dios Es el que Es. Todo otro culto es idolátrico, engañoso, supone adorar lo que no es verdad ni la Verdad. No es roca. Tiende a corromperse si no está ya corrompido.
No sé si recordarás el caso de los miembros de un equipo de fútbol:
"El 23 de junio de 2018 un grupo de doce chicos de entre 11 y 16 años y su entrenador de 25, integrantes de un equipo de fútbol local llamado "los Jabalíes Salvajes" se perdieron al explorar una cueva en Tailandia. Se extraviaron en los túneles oscuros por un chaparrón repentino, el cual continuó después de que entraran en la cueva. Un guarda alertó a las autoridades sobre la desaparición de los chicos después de ver sus pertenencias abandonadas en la entrada de la cueva.
Fueron localizados vivos el 2 de julio de 2018. Pero surgieron muchos inconvenientes para conseguir rescatarlos y tenían la amenaza de fuertes lluvias que podían inundar completamente donde estaban.
El 6 de julio murió un rescatista.
El 10 rescataron a los últimos.
"El rescate se llevó a cabo justo a tiempo: si hubiese tardado solo unas pocas horas más, habría sido imposible salvar a los niños."
(Fuente https://es.wikipedia.org/wiki/Rescate_de_la_cueva_Tham_Luang)

Cuando saltó la noticia yo pensé que se habían ahogado, pero al cabo de los días fueron localizados.
Creí que los rezos a Buda habían bastado o ayudado en ello. Pero… al poco tiempo falleció uno de los rescatadores, se ahogó. Y hablaban de que los sacarían quizás en meses. Del peligro de inundaciones. Así que, conforme a la FE verdadera, me puse a rezar por ellos, por todos. La Iglesia pedía por ellos. Pues bien, ni una semana tardaron en sacarlos. Nadie más murió en ese momento. Y además, entre todo el grupo había un muchacho cristiano…. Allí también físicamente estaba la Iglesia.
Por tanto, estoy convencido de la intervención, mediación de la Iglesia para que:

  • no muriera nadie más en el rescate
  • fueran rescatados con tanta premura
    Tenemos además un antecedente, el rescate de los 33 mineros chilenos atrapados en una mina, la mina san José*.
    La Verdad es la que Es, y no se puede especular con la misma.
    Recuerdo hace años que me preguntaba qué era, quién era y si era Dios el Espíritu Santo. Le pregunté al Señor. Y me lo dejó bien claro.
    En la Última Cena, Juan 13, y otros de sus capítulos, así lo muestra el Señor con su Palabra.
    Voy a dar algunos brochazos al respecto:
    El Espíritu Santo desciende sobre Jesús y se queda en Él tras su bautismo y oración. Después de 30 años de vida oculta en una perdida aldea llamada Nazaret todo cambia desde ese momento. El Espíritu Santo le da valor, fortaleza, capacidad de transmisión, sabiduría y poder de milagros.
    Si será importante el Espíritu Santo que por medio de Él resucita muertos y tras la muerte de Jesús será este mismo Espíritu el que resucitará su cuerpo.
    En Pentecostés descenderá sobre los discípulos para facultarlos, confirmarlos e ir agregando más a la misión. Será el que les permita recordar, comprender y transmitir las Escrituras, en especial las Palabras de Jesús. Hacer milagros.
    El Espíritu Santo es el que desciende sobre la Virgen María para engendrar a Jesús en Ella, para que Dios se haga hombre.
    Santifica las cosas.
    Por el Espíritu Santo formamos un solo Cuerpo, místico de Jesús.
    ¿Y el porqué de la virginidad perpetua de nuestra Madre celestial?
    Porque Ella es la Madre de ese Cuerpo, el de Jesús humano, y el místico, del que formamos los creyentes. (Ella nos da también a luz virginalmente). Es la Iglesia: inmaculada, virgen, madre, mediadora, corredentora, asunta. Santa.
    La redención nos ha salvado (Jesús), la corredención es la manifestación de la redención de Jesús en el mundo que permite que el mundo siga existiendo. En ella vamos completando la Pasión de nuestro Señor hasta el final del mundo, hasta que Él vuelva.
    En otro caso, el pecado hubiese destruido el mundo.
    ¿Es tan bueno el Señor y tan humilde que lo que quiere es simplemente que hagamos el bien y todo lo demás no importa o importa menos?
    No.
    Con la Verdad no se especula, es la que es.
    Roca.



    inicio

    Ninguno de nosotros vive para sí y ninguno muere para sí.
    Que si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, para el Señor morimos.
    En fin, que tanto en vida como en muerte somos del Señor.
    Para esto murió Cristo y retornó a la vida, para ser Señor de vivos y muertos.

    Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías (Libro 3, 19, 1. 3--20, 1: SC 34, 332. 336-338)
    2ª lectura del oficio para el martes IV

    CRISTO PRIMICIAS DE NUESTRA RESURRECCIÓN
    El Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción.
    En efecto, no hubiéramos podido recibir la incorrupción y la inmortalidad si no hubiéramos estado unidos al que es la incorrupción y la inmortalidad en persona. ¿Y cómo hubiésemos podido unirnos al que es la incorrupción y la inmortalidad, si antes él no se hubiese hecho uno de nosotros, a fin de que nuestro ser corruptible fuera absorbido por la incorrupción y nuestro ser mortal fuera absorbido por la inmortalidad, para que recibiésemos la filiación adoptiva?
    Así pues, este Señor nuestro es Hijo de Dios y Verbo del Padre por naturaleza, y también es Hijo del hombre, ya que tuvo una generación humana, hecho Hijo del hombre a partir de María, la cual descendía de la raza humana y a ella pertenecía.
    Por esto el mismo Señor nos dio una señal en las profundidades de la tierra y en lo alto de los cielos, señal que no había pedido el hombre, porque éste no podía imaginar que una virgen concibiera y diera a luz, y que el fruto de su parto fuera Dios con nosotros, que descendiera a las profundidades de la tierra para buscar a la oveja perdida (el hombre, obra de sus manos), y que, después de haberla hallado, subiera a las alturas para presentarla y encomendarla al Padre, convirtiéndose él en primicias de la resurrección.
    Así, del mismo modo que la cabeza resucitó de entre los muertos, también todo el cuerpo (es decir, todo hombre que participa de su vida, cumplido el tiempo de su condena, fruto de su desobediencia) resucitará, por la trabazón y unión que existe entre los miembros y la cabeza del cuerpo de Cristo, que va creciendo por la fuerza de Dios, teniendo cada miembro su propia y adecuada situación en el cuerpo. En la casa del Padre hay muchas moradas, porque muchos son los miembros del cuerpo.
    Dios se mostró magnánimo ante la caída del hombre y dispuso aquella victoria que iba a conseguirse por el Verbo. Al mostrarse perfecta la fuerza en la debilidad, se puso de manifiesto la bondad y el poder admirable de Dios.
      Responsorio 1Co 15, 20. 22. 21
    R. Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. * Y lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.
    V. Lo mismo que por un hombre hubo muerte, por otro hombre hay resurrección de los muertos.
    R. Y lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida.


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