La oración del cristiano.
Oración es una piadosa conversación con nuestro Padre celestial. Conversamos con Dios, no solamente cuando le pedimos los auxilios necesarios para remediar nuestras necesidades, sino también cuando le reconocemos, le adoramos, le amamos, le alabamos, y le damos gracias. En las tres primeras peticiones del Padrenuestro nada pedimos al Señor para nosotros...
La oración puede ser mental o vocal. La primera tiene lugar cuando sólo hablamos con Dios con las potencias del alma y la segunda cuando al mismo tiempo pronunciamos palabras, por ejemplo, cuando rezamos el Padrenuestro.
La necesidad de la oración la proclama muy alto el Divino Maestro por estas palabras del Santo Evangelio:
«Es necesario orar siempre y nunca desfallecer» (Luc. 18, 1).
Dios nuestro Señor nos concede algunas gracias de su propia voluntad, pero otras quiere que se las pidamos. Y si lo hacemos con las condiciones debidas: humildad, atención, confianza y perseverancia, conseguiremos lo que deseamos, porque el mismo Jesús dice:
«Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe, y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (S. Mt. 7, 7–8).

MEDITACIÓN
Antes de la meditación
Adora a Dios con humildad, creyendo que en estos momentos te mira, te oye, te habla, te bendice, y te ama.
Agradece a Dios, los beneficios que te ha hecho al crearte, y al conservarte la vida, y sobre todo al darte su gracia, su amistad y los tesoros de los sacramentos divinos.
Pide a Dios, que te dé luz, fe, fuerza y generosidad, para meditar con provecho.
Ofrece a Dios, todos los actos que vas a hacer en el tiempo que dedicas a la meditación
Durante la meditación
Lee atentamente pequeños fragmentos de algún libro espiritual, destinado a la meditación
Reflexiona repetidas veces, sobre las verdades que has leído, haciendo aplicaciones de orden práctico:
1º. Para no pecar
2º. Para practicar las virtudes cristianas
3º. Para ejercitar el apostolado cristiano.
Decídete a mejorar tu vida en su conjunto, con las luces y con las enseñanzas recibidas.
Promete a Dios, que practicarás los propósitos hechos con su divina gracia.
Después de la meditación
Suplícale que te ayude para que en las ocasiones que durante el día se presenten, cumplas lo prometido en la meditación.
Reza devota y pausadamente un Padre nuestro y un Ave María.
Oraciones de la mañana.
Despertarse
Procura que, al despertar, tu primer pensamiento sea para Dios.
Por la señal † de la Santa Cruz, de nuestros † enemigos líbranos, Señor † Dios nuestro.
En el nombre del Padre, y del Hijo, † y del Espíritu Santo. Amén.
Dios mío, yo os adoro, reconozco vuestra suprema grandeza, y que yo soy nada delante de Vos. Concededme la gracia de morir antes que ofenderos.
Salvador mío, dirigidme, y dadme un corazón dócil a vuestra ley.
Dios mío, yo os amo sobre todas las cosas, y doy gracias a vuestra bondad infinita, que me ha criado y rescatado del infierno.
Venid, Espíritu Santo, llenad los corazones de vuestros fieles, e inflamad en ellos el fuego sagrado de vuestro amor.
V. Enviadnos vuestro Santo Espíritu, y nuestros corazones serán creados como de nuevo.
R.Y renovaréis la faz de la tierra.
¡Oh Dios! Que habéis instruido e iluminado los corazones de vuestros fieles, derramando en ellos la luz de vuestro Santo Espíritu; concedednos que el mismo Espíritu nos haga amar y gustar todas las cosas puras y rectas, y que sea Él mismo nuestro consuelo y alegría. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
“Dios mío, yo os amo”.
“Alabado sea el santísimo Sacramento del altar”.
“Bendito sea Dios”.
“Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía”.
Deprecación a María Santísima.
Virgen Santísima, continuo patrocinio de las almas que se acogen a vuestro maternal amor: pedid, si es de vuestro agrado, a vuestro santísimo Hijo y nuestro Señor Jesucristo por mí, para que todos mis pensamientos, palabras y acciones de este día le sean agradables.
Levantarse y vestirse
Actos de fe, esperanza y caridad:
“Dios mío, creo en Vos, Dios mío, espero en Vos: Dios mío, yo os amo sobre todas las cosas”
Repetir como quien teje una guirnalda de santos pensamientos y afectos el Padre nuestro, oración divina, santificada por la mente y por los labios de Jesucristo.
Luego, con respeto, como quien repite devotamente las palabras del Arcángel San Gabriel, puede decirse por tres veces el Ave María, pidiéndole a la Virgen Santísima la gracia de la salvación.
Y por fin, con resolución y con entereza cristiana, recorrer las palabras del Credo.
Al salir de la habitación, o de la casa, pedir la bendición de la Virgen María.
Oraciones de la mañana
En la presencia de Jesucristo Sacramentado, y si no es esto posible, en la propia habitación, hay que ofrecer con gran fe a Dios, por la mañana, todas las acciones que se van a realizar durante el día.
El primer deber del cristiano es la oración; el orar distingue al cristiano del que no lo es; la oración es como la respiración del alma.
Las oraciones del ofrecimiento de obras, que convendría fuesen siempre las mismas, deberían abarcar, en su conjunto, actos de adoración, de gratitud, de arrepentimiento y de súplica

El alma debe a Dios, como creatura, adoración; como favorecida, gratitud; como culpable, arrepentimiento; y como necesitada, súplicas insistentes y humildes, pidiéndole que no le abandone.
He aquí las principales oraciones para el Ofrecimiento de obras.
A la Santísima Trinidad.
«Altísimo Dios y Señor mío, Verdad infalible en quien creo, clemencia inefable en quien espero, Bondad infinita a quien amo sobre todas las cosas, y a quien me pesa de haber ofendido: os doy gracias por haberme creado, redimido, hecho cristiano, y conservado hasta ahora.
Ofrezco, a honra y gloria vuestra, todos los pensamientos, palabras, obras y trabajos del presente día, con intención de ganar cuantas indulgencias pueda, rogándoos por los fines que tuvieron los Sumos Pontífices al concederlas, y aplicándolas en sufragio de las benditas ánimas del Purgatorio y en satisfacción de mis pecados.
No permitáis, Padre mío amorosísimo, que yo os ofenda en este día; libradme de los lazos que me tienda el enemigo, y dadme fortaleza para huir de las ocasiones de pecar, y vencer mi pasión dominante. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe, para que, sirviéndoos en esta vida, merezca gozaros en el reino eterno de la gloria. Amén.
Santísima y adorabilísima Trinidad, oíd mis súplicas, y preservad a vuestro siervo de todo mal, de todo escándalo, de todo pecado mortal, de todas las asechanzas, y principalmente de las del demonio, y de las de sus enemigos tanto visibles como invisibles. Os lo suplico por la intercesión y merecimiento de la santísima Virgen María, y oraciones de los Patriarcas, por los méritos de los Profetas, y los votos de los Apóstoles: os lo suplico igualmente por la constancia de los Mártires, por la ley de los Confesores, por la castidad de las Vírgenes, y en fin por la intercesión de todos los Santos que tuvieron la dicha de agradaros desde el principio del mundo. Amén. “Alcanzadme este favor, Ángeles y Santos del cielo; y Vos en Especial, glorioso San _____, patrón y abogado mío, interceded por mí”. »
Al Ángel Custodio.
“Ángel de Dios, bajo cuya custodia me puso el Señor, con amorosa piedad, a mí, que soy vuestro encomendado, alumbradme hoy, guardadme, regidme y gobernadme. Amén.”
Santo Ángel, mi guía celestial, a quien tantas veces he contristado con mis pecados, y ahuyentado con mis crímenes, no me abandonéis, yo os lo ruego, en medio de los peligros; no me retiréis vuestro apoyo; no me dejéis expuesto sin defensa a los tiros de un enemigo tan astuto como cruel; no me perdáis de vista un solo instante; sino que vuestras amables inspiraciones dirijan y fortifiquen mi alma; reanimad mi corazón desfallecido y casi apagado, porque está sin amor; comunicadle alguna chispa de las llamas suaves y puras que os abrasan, a fin de que, cuando llegue el término de esta vida tan corta y tan miserable, pueda en vuestra compañía y la de todos los Ángeles obtener la vida eterna, y ver sin cesar a Jesús, mi Redentor, amarle, alabarle y bendecirle. Amén.
Oración al Santo Patrón
A vos me presento, ¡oh gran Santo!, que la Iglesia me ha dado por Patrón, y que me manda mire como mi protector; acudo a Vos con confianza: deseo ser vuestro imitador, quiero conducirme por los ejemplos que me habéis dado. Alcanzadme, Patrón mío, la gracia de cumplir todas las obligaciones que contraje en el Bautismo: de vivir como perfecto Cristiano; de prepararme para la muerte, y de no hacer jamás cosa alguna que deshonre un nombre que no me viene sino de Vos, y que está ya escrito en el Cielo. Así sea.

  • Oración
    Señor Todopoderoso, que nos habéis concedido llegar a este día, guardadnos en él con vuestro poder, para que, durante el discurso de esta jornada, no cometamos ningún pecado; que todos nuestros pensamientos, palabras y acciones sean conducidas por vuestra gracia, y no se dirijan sino a cumplir las reglas de vuestra justicia. Por, etc.
    Al Sagrado Corazón de Jesús.
    «¡Oh Jesús mío! Por medio del Corazón Inmaculado de María Santísima, os ofrezco las oraciones, obras y trabajos del presente día, para reparar las ofensas que se os hacen, y por las demás intenciones de vuestro Sagrado Corazón. Os las ofrezco en particular......».
    A la Virgen María.
    “¡Oh, Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco del todo a Vos” y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser.
    Ya que soy todo vuestro, ¡oh Madre de bondad!, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
    Tres Avemarías, con la jaculatoria:
    «Por vuestra Inmaculada Concepción, ¡oh María!, haced casto mi cuerpo y pura el alma mía».
    A San José.
    “Oh Dios que con inefable providencia, te has dignado escoger a San José para esposo de tu santa Madre; te suplicamos que hagas que, así como nosotros le veneramos como protector en la tierra, así él sea nuestro intercesor en los cielos. Señor, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.”
    “¡Oh Custodio y Padre de las Vírgenes, glorioso San José!, a cuya fidelidad fue encomendada la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes, María.
    Por estas dos amadísimas prendas, Jesús y María; os suplico con tanta instancia como humildad me alcancéis la gracia de que, manteniéndome puro en la mente, limpio en el corazón y casto en el cuerpo, sea siempre castísimo siervo de Jesús y María. Amén.”

    EL «ANGELUS DOMINE»...(Se reza: al alba, al mediodía, y a la tarde; y se dice de rodillas siempre, menos los sábados por la tarde, durante los domingos, y en los sábados de Cuaresma, también de pie al mediodía).
    El ángel del Señor anunció a María Angelus Dómini nuntiávit Mariae
    Y concibió por obra del Espíritu Santo. Avemaría. Et concepit de Spiritu Sancto. Ave maria.
    He aquí la esclava del Señor;
    Hágase en mí según tu palabra. Avemaría
    Ecce ancilla Dómini
    Fiat mihi secundum verbum tuum. Ave Maria
    El Verbo se hizo carne;
    Y habitó entre nosotros. Avemaría.
    Et Verbum caro factum est;
    Et habitávit in nobis. Ave Maria.
    Ruega por nosotros santa Madre de Dios;
    Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo
    Ora pro nobis, Sancta Dei Génetrix.
    Ut digni efficiámur promisiónibus Christi.

    Oremos: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas, para que, habiendo conocido el misterio de la Encarnación de tu Hijo, por medio del santo Ángel que se lo anunció a María, podamos por el mérito de su Pasión y Cruz ser conducidos a la gloria de su Resurrección. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

    Ofrecimiento de las obras del día.
    Dios y Señor mío, en quien creo, en quien espero, a quien amo con todo mi corazón, me pesa de haberos ofendido; os doy gracias por haberme criado, redimido, hecho cristiano y conservado hasta este día. Yo os ofrezco, a honra y gloria vuestra, todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos del presente día, en satisfacción de todos mis pecados y los pecados de todo el mundo; y tengo intención de ganar cuantas indulgencias pueda, aplicándolas por la conversión de los pecadores y por las benditas almas del Purgatorio, y en especial por las que sean de mi mayor obligación.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.....
    Al empezar cualquier obra del día.
    Te rogamos, Señor, que prevengas nuestras acciones inspirándolas, y las prosigas, ayudándolas, para que todas nuestras oraciones y operaciones tengan siempre de ti principio; y como en ti empezaron, por ti terminen. Por Jesucristo, nuestro Señor. Así sea. Ave María y Gloria.
    Dios mío, os ofrezco esta obra: dadme vuestra santa bendición.
    Oración de Santo Tomás de Aquino para antes de estudiar.
    ¡Oh inefable Creador nuestro, que con los tesoros de tu sabiduría formaste tres jerarquías de ángeles y las colocaste con orden admirable en el empíreo cielo, y distribuiste las partes de todo el Universo, con suma elegancia! Tú, Señor, que eres la verdadera fuente de luz y de sabiduría, y el soberano principio de todo; dígnate infundir sobre las tinieblas de mi entendimiento, el rayo de tu claridad, removiendo de mi las dos clases de tinieblas en que he nacido: el pecado y la ignorancia. Tú, que haces elocuentes las lenguas de los infantes, instruye mi lengua y difunde en mis labios la gracia de tu bendición. Dame agudeza para entender, capacidad para interpretar, y gracia y abundancia para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar: ¡Oh Señor! Que vives y reinas, verdadero Dios y hombre, por los siglos de los siglos. Amén.
    Oración a la Virgen Santísima antes de estudiar.
    ¡Oh María!, Madre mía, trono de la sabiduría eterna, alcánzame la gracia de estudiar con aplicación, de aprender con facilidad y de retener con firmeza y seguridad, para gloria de Dios y salvación de mi alma. Amén.
    Invocación al Patriarca San José.
    ¡Oh custodio y Padre de Vírgenes, San José!, a cuya fiel custodia fueron confiadas la misma Inocencia Cristo Jesús y María, Virgen de las vírgenes; por esas dos prendas queridas, Jesús y María, os ruego y suplico que me alcancéis gracia, para que libre de toda inmundicia, y conservando inmaculada el alma, puro el corazón y casto el cuerpo, sirva siempre castamente a Jesús y a María. amén
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri...
    Súplica al Santo Ángel de la Guarda.
    Ángel de Dios, bajo cuya custodia, me puso el Señor con amorosa piedad: a mí, que soy vuestro encomendado, alumbradme en este día (o en esta noche), guardadme, regidme y gobernadme.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri...
    Actos de Fe, Esperanza y Caridad.
    Creo en Dios, espero en Dios, amo a Dios.
    Pésame, Señor, de haber pecado; tened piedad y misericordia de mí.
    Oraciones de entre día.
    Al salir de casa:
    Dirige, Señor, mis pasos por el camino de tus mandamientos.
    Aparta de mis ojos la vanidad.
    Cerca mis oídos con espinas y crucifica mi carne con tu santo temor para que a ejemplo de Jesús y María merezca yo agradarte en todo durante este día.
    Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
    Al dar la hora el reloj:
    Ave María Purísima. Sin pecado concebida.
    Os ofrezco, Dios mío, todos los instantes de esta hora; dadme gracia para emplearlos en cumplir vuestra santa voluntad.
    ¡Bendita sea la hora en que nuestra Señora del Pilar vino en carne a Zaragoza!
    Líbranos, Señora, de pecar en esta hora.
    Alabados sean los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Amén.
    En las tentaciones:
       Cuando te moleste alguna tentación, invoca los nombres de Jesús y de María y aparta tu imaginación a otra cosa.
    ¡Señor misericordioso! No me dejes caer en la tentación. Antes morir que pecar.
    ¡Oh Señora mía! Acordaos que soy todo vuestro; guardadme y defendedme como cosa y propiedad vuestra
    ¡San José, Padre Nutricio de N. S. Jesucristo y verdadero Esposo de María, ruega por mí!
    ¡Ángel mío poderosísimo!, defiéndeme.
        Acordados, ¡oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído decir que alguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre Virgen de las vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a parecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis mis súplicas, ¡oh Madre del Verbo divino!, antes bien oídlas y acogedlas benignamente.
    Así sea.

    Bendita sea tu pureza,
    y eternamente lo sea;
    pues todo un Dios se recrea
    en tan graciosa belleza.
    A Ti, celestial Princesa,
    Virgen sagrada María,
    te ofrezco desde este día
    Alma, vida y corazón.
    Mírame con compasión;
    no me dejes Madre mía.

    Si tuvieras la desgracia de caer en algún pecado mortal, arrepiéntete al instante, y, con propósito de confesarte lo más pronto posible, di de corazón:
        Misericordia, Dios mío; pésame de todo corazón de haberos ofendido, por ser Vos quien sois Bondad infinita.
    Bendición de la mesa:
  • Bendícenos, Señor, a nosotros y bendice estos dones, que dados por tu bondad, vamos a tomar.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri..
  • Bendícenos, Señor, a nosotros y a estos alimentos que vamos a tomar, para conservarnos en vuestro santo servicio.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri..
  • Enviad, Señor, vuestra bendición sobre nosotros y sobre todos estos alimentos que vamos a tomar, recibidos de vuestra divina providencia. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri...
  • El Rey de la eterna gloria nos haga partícipes de la Mesa celestial. Amén.
    Después de haber comido darás gracias, diciendo:
    Os damos gracias, Señor, por este alimento y por los demás beneficios que nos habéis dispensado.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri...
    Acción de gracias:
    Te damos gracias por todos tus beneficios, omnipotente Dios, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
    Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri...
    El Señor nos dé su paz. Y la vida eterna. Amén.
    Para leer o escuchar el Evangelio:
  • Purificad mi corazón y mis labios, ¡oh Dios omnipotente!, como purificasteis los del profeta Isaías con un carbón encendido: dignaos, por vuestra grata misericordia, purificarme a mí del mismo modo, para que pueda anunciar dignamente vuestro santo Evangelio. Por Jesucristo Nuestro Señor.
    Amén.
    Dadme Señor vuestra bendición.
  • El Señor esté en mi corazón y en mis labios, para que anuncie digna y competentemente su Evangelio. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
    Amén.
    Oración:
    Dignaos, amantísimo Redentor mío, derramar en mi alma vuestra divina gracia para que mi entendimiento alcance perfectamente las eternas verdaderas de vuestro santo Evangelio, mi corazón las anteponga a todo lo más brillante y seductor que ofrece la tierra, y mis labios sepan defenderlas en todas partes hasta con inminente peligro de mi vida.
    Loor a Vos, Jesucristo.
    Por las palabras del Evangelio sean borrados nuestros pecados.