Misal para la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

  • Para el Ciclo A: 22/6/2014---18/6/2017--....
  • Para el Ciclo B: --7/6/2015---3/6/2018-
  • Para el Ciclo C: --2/6/2013---29/5/2016---23/6/2019 ....

    Cuerpo y Sangre de Cristo (A)

    Antífona de Entrada
    El Señor los alimentó con el mejor trigo y los sació con miel silvestre.

    Oración Colecta
    Oremos: ¡Oh Dios!, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos en nosotros los frutos de tu redención.
    Por nuestro Señor Jesucristo…

    Primera Lectura: Te di un alimento que tú ni tus padres conocían

    Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3.14b-16a

    En aquel tiempo, habló Moisés al pueblo y le dijo:
    «Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para ponerte a prueba y conocer si ibas a guardar sus mandamientos o no. Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
    No sea que te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto y de la esclavitud; que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, lleno de serpientes y alacranes; que en una tierra árida hizo brotar para ti agua de la roca más dura, y que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres».

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.

    Salmo Responsorial
    Del salmo 147

    Bendito sea el Señor.

    Glorifica al Señor, Jerusalén, a Dios ríndele honores, Israel. Él refuerza el cerrojo de tus puertas y bendice a tus hijos en tu casa.
    Bendito sea el Señor.

    Él mantiene la paz en tus fronteras, con su trigo mejor sacia tu hambre; él envía a la tierra su mensaje y su palabra corre velozmente.
    Bendito sea el Señor.

    Le muestra a Jacob sus pensamientos, sus normas y designios a Israel. No ha hecho nada igual con ningún pueblo ni le ha confiado a otro sus proyectos.
    Bendito sea el Señor.

    Segunda Lectura: El pan es uno y los que comemos de ese pan formamos un solo cuerpo

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 16-17

    Hermanos: El cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre? Y el pan que partimos, ¿no nos une a Cristo por medio de su cuerpo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan.

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.

    Secuencia
    Al salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía. Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.

    Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas; pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.

    Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan, pues él es el pan de vida, que nos da vida inmortal.

    Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce. Doce entonces lo comieron, y, después, todos los hombres.

    Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos; que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.

    Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución de este banquete divino, el banquete del Señor.

    Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey, que termina con alianza tan pesada de la ley.

    Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad, que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

    En aquella última cena Cristo hizo la maravilla de dejar a sus amigos el memorial de su vida.

    Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino, que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

    Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne, y lo que antes era vino queda convertido en sangre.

    Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón; mas si las vemos con fe, entrarán en el corazón.

    Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras, se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.

    Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento; pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo.

    Quién lo come no lo rompe, no lo parte ni divide; él es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.

    Puede ser tan sólo uno el que se acerca al altar, o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.

    Lo comen buenos y malos, con provecho diferente; no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.

    A los malos les da muerte y a los buenos les da vida. ¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

    Si lo parten, no te apures; solo parten lo exterior; en el mismo fragmento entero late el Señor.

    Cuando parten lo exterior sólo parten lo que has visto; no es una disminución de la persona de Cristo.

    El pan que del cielo baja es comida de viajeros. Es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!

    Isaac, el inocente, es figura de este pan, con el cordero de Pascua y el misterioso maná.

    Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero. Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.

    Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino. Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo. Amén.


    Aclamación antes del Evangelio
    Aleluya, aleluya.
    Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que come de este pan vivirá para siempre.
    Aleluya.

    Evangelio: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida

    † Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

    R. Gloria a ti, Señor.

    En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos:
    «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de esta pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida».
    Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí:
    «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
    Jesús les dijo:
    «Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.
    Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.
    Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre».
    Palabra del Señor.
    R. Gloria a ti, Señor Jesús.
    Se dice «Credo»

    Oración de los Fieles
    Celebrante: Antes de disponer la mesa santa, donde el Señor hará nuevamente presente su tránsito pascual que salva a todos los humanos, elevemos, hermanos y hermanas, nuestras súplicas a Dios Padre con la plena confianza de ser escuchados:
    Respondemos: Escúchanos, Padre.

    Para que los obispos y presbíteros, cuando presidan la celebración Eucarística, vivan tan plenamente identificados con el Señor que el pueblo vea en ellos la imagen viva de Cristo, que preside a quienes se han reunido en su nombre, roguemos al Señor.
    Escúchanos, Padre.

    Para que pronto llegue el día en que todos los cristianos celebremos la Eucaristía en la unidad de una sola Iglesia, y todos los humanos, de un extremo al otro del mundo, ofrezcan el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Cristo, roguemos al Señor.
    Escúchanos, Padre.

    Para que los fieles que se encuentran a las puertas de la muerte, dejen este mundo llenos de paz y de confianza en las promesas del Señor; y fortalecidos con el Cuerpo de Cristo, lleguen al reino de la felicidad y de la vida, roguemos al Señor.
    Escúchanos, Padre.

    Para que el Señor fortalezca constantemente nuestra fe y acreciente nuestro amor, a fin de que adoremos siempre en espíritu y verdad a Cristo, realmente presente en el admirable sacramento de la Eucaristía, roguemos al Señor.
    Escúchanos, Padre.

    Celebrante: Dios nuestro, siempre fiel a tus promesas, que alimentas a tu pueblo con amor, escucha nuestras oraciones y acrecienta en nosotros el deseo de saciarnos de ti, fuente de todo bien; y haz que, fortalecidos con el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo, avancemos por la senda de nuestra vida hasta llegar a la asamblea de los santos, y allí participemos eternamente en el banquete de tus elegidos.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.

    Oración sobre las Ofrendas
    Acepta, Señor, los dones que te presentamos para esta Eucaristía a fin de que, a cambio de ofrecerte lo que tú nos has dado, podamos recibir de ti, tu misma vida.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.

    Prefacio: Los frutos de la Eucaristía
    V. El Señor esté con ustedes.
    R. Y con tu espíritu.

    V. Levantemos el corazón.
    R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

    V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
    R. Es justo y necesario.

    En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
    El cual, en la última cena con los apóstoles, para perpetuar su pasión salvadora, se entregó a sí mismo como Cordero inmaculado y Eucaristía perfecta.
    Con este sacramento alimentas y santificas a tus fieles, para que su misma fe ilumine y su mismo amor congregue a todo el género humano que habita un mismo mundo.
    Así pues, nos reunimos a la mesa en torno de este admirable sacramento, para que la abundancia de tu gracia nos lleve a poseer la vida celestial.
    Por eso, Señor, todas tus criaturas, en el cielo y en la tierra, te adoran cantando un cántico nuevo; y también nosotros, con los ángeles y los arcángeles, te aclamamos por siempre diciendo:
    Santo, Santo, Santo...

    Antífona de la Comunión
    El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él, dice el Señor.

    Oración después de la Comunión
    Oremos:
    La comunión de tu cuerpo y tu sangre, Señor, signo del banquete de tu reino, que hemos gustado en nuestra vida mortal, nos llene del gozo de tu divinidad.
    Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
    R. Amén.
    22/6/2014---18/6/2017--

    Cuerpo y Sangre de Cristo (B)


    Antífona de Entrada
    Alimentó a su pueblo con lo mejor del trigo, y lo sació con miel sacada de la roca.

    Oración Colecta
    Oremos:
    Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión; concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.
    Tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.
    R. Amén.

    Primera Lectura: Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes

    Lectura del libro del Éxodo 24, 3-8

    En aquellos días, Moisés bajó del monte Sinaí y refirió al pueblo todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le había dado. Y el pueblo contestó a una voz:
    «Haremos todo lo que dice el Señor».
    Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano, construyó un altar al pie del monte y puso al lado del altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce tribus de Israel. Después mandó a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor. Tomó la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramó sobre el altar la otra mitad.
    Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo, y el pueblo respondió:
    «Obedeceremos. Haremos lo que manda el Señor».
    Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo:
    «Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme a las palabras que han oído».

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.

    Salmo Responsorial
    Del salmo 115


    Levantaré el cáliz de la salvación.

    ¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de la salvación e invocaré el nombre del Señor.
    Levantaré el cáliz de la salvación.

    A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava.
    Levantaré el cáliz de la salvación.

    Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo.
    Levantaré el cáliz de la salvación.

    Segunda Lectura: La sangre de Cristo purificará nuestra conciencia

    Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15

    Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el «lugar santísimo», a través de una tienda que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna.
    Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal, meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para servir al Dios vivo!
    Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir la herencia eterna que él les había prometido.

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.


    Secuencia
    Al salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía. Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.

    Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas; pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.

    Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan, pues él es el pan de vida, que nos da vida inmortal.

    Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce. Doce entonces lo comieron, y, después, todos los hombres.

    Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos; que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.

    Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución de este banquete divino, el banquete del Señor.

    Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey, que termina con alianza tan pesada de la ley.

    Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad, que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

    En aquella última cena Cristo hizo la maravilla de dejar a sus amigos el memorial de su vida.

    Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino, que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

    Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne, y lo que antes era vino queda convertido en sangre.

    Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón; mas si las vemos con fe, entrarán en el corazón.

    Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras, se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.

    Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento; pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo.

    Quién lo come no lo rompe, no lo parte ni divide; él es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.

    Puede ser tan sólo uno el que se acerca al altar, o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.

    Lo comen buenos y malos, con provecho diferente; no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.

    A los malos les da muerte y a los buenos les da vida. ¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

    Si lo parten, no te apures; solo parten lo exterior; en el mismo fragmento entero late el Señor.

    Cuando parten lo exterior sólo parten lo que has visto; no es una disminución de la persona de Cristo.

    El pan que del cielo baja es comida de viajeros. Es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!

    Isaac, el inocente, es figura de este pan, con el cordero de Pascua y el misterioso maná.

    Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero. Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.

    Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino. Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo. Amén.


    Aclamación antes del Evangelio
    Aleluya, aleluya.
    Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan vivirá para siempre.
    Aleluya.

    Evangelio: Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre

    † Lectura del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26

    R. Gloria a ti, Señor.

    El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:
    «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
    Él les dijo a dos de ellos:
    «Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: “El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena».
    Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
    Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:
    «Tomen: ésto es mi cuerpo».
    Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:
    «Esta es mi sangre, sangre de la alianza que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
    Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

    Palabra del Señor.
    R. Gloria a ti, Señor Jesús.

    Se dice «Credo».


    Oración de los Fieles

    Celebrante: Antes de disponer la mesa santa, donde el Señor hará nuevamente presente su tránsito pascual que salva a todos los hombres, elevemos, hermanos y hermanas, nuestras súplicas a Dios Padre con la plena confianza de ser escuchados:
    (Respondemos: Escúchanos Padre.)

    Para que los obispos y presbíteros, cuando presidan la celebración eucarística, vivan tan plenamente identificados con el Señor que el pueblo vea en ellos la imagen viva de Cristo, que preside a quienes se han reunido en su nombre, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Para que pronto llegue el día en que todos los cristianos celebremos la Eucaristía en la unidad de una sola Iglesia, y todos los hombres, de un extremo al otro del mundo, ofrezcan el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Cristo, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Para que los fieles que se encuentran a las puertas de la muerte dejen este mundo llenos de paz y, confiando en las promesas del Señor y fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, lleguen al reino de la felicidad y de la vida, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Para que el Señor fortalezca constantemente nuestra fe y acreciente nuestro amor, a fin de que adoremos siempre en espíritu y verdad a Cristo, realmente presente en el admirable sacramento de la Eucaristía, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Celebrante: Contempla, Padre santo, a tu pueblo reunido en torno a la mesa de tu Hijo, para ofrecerte el sacrificio de la nueva alianza y escucha sus súplicas; purifica nuestros corazones para que, invitados a la mesa del Cordero, pregustemos en ella las delicias de la Pascua eterna que nos tienes preparada en la Jerusalén del cielo.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.

    Oración sobre las Ofrendas
    Señor, concede a tu Iglesia los dones de la unidad y de la paz, simbolizados en las ofrendas sacramentales que te presentamos.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.

    Prefacio: El sacrificio y el sacramento de Cristo
    V. El Señor esté con ustedes.
    R. Y con tu espíritu.

    V. Levantemos el corazón.
    R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

    V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
    R. Es justo y necesario.

    En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
    El cual, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el sacrificio perdurable, se ofreció a ti como víctima salvadora y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo.
    En efecto, cuando comemos su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando bebemos su sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de nuestros pecados.
    Por eso,
    con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
    Santo, Santo, Santo…

    Antífona de la Comunión
    El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él, dice el Señor.

    Oración después de la Comunión
    Oremos:
    Concédenos, Señor, disfrutar eternamente del gozo de tu divinidad, que ahora pregustamos en la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre.
    Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
    R. Amén.

    ---7/6/2015---3/6/2018-



    Cuerpo y Sangre de Cristo (C)


    Antífona de Entrada
    Alimentó a su pueblo con lo mejor del trigo, y lo sació con miel sacada de la roca.

    Oración Colecta
    Oremos:
    Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu Pasión; concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención.
    Tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.
    R. Amén.

    Primera Lectura: Melquisedec presentó pan y vino

    Lectura del libro del Génesis 14, 18-20

    En aquellos días Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo, y bendijo a Abram diciendo:
    «Bendito sea Abram de parte del Dios altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos».
    Y Abraham le dio el diezmo de todo lo que había rescatado

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.

    Salmo Responsorial
    Del salmo 109


    Tú eres sacerdote para siempre.

    Esto ha dicho el Señor: «Siéntate a mi derecha; yo haré de tus contrarios el estrado donde pongas los pies»
    Tú eres sacerdote para siempre.

    Extenderá el Señor desde Sión tu cetro poderoso, y tu dominarás al enemigo.
    Tú eres sacerdote para siempre.

    Es tuyo el señorío; el día en que naciste en los montes sagrados, te consagró el Señor antes del alba.
    Tú eres sacerdote para siempre.

    Juró el Señor y no ha de retractarse: «Tú eres sacerdote para siempre, como Melquisedec».
    Tú eres sacerdote para siempre.

    Segunda Lectura: Cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor

    Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

    Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido:
    Que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
    «Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
    Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
    «Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía, siempre que beban de él».
    Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva.

    Palabra de Dios.
    R. Te alabamos, Señor.

    Secuencia
    Al salvador alabemos, que es nuestro pastor y guía. Alabémoslo con himnos y canciones de alegría.

    Alabémoslo sin límites y con nuestras fuerzas todas; pues tan grande es el Señor, que nuestra alabanza es poca.

    Gustosos hoy aclamamos a Cristo, que es nuestro pan, pues él es el pan de vida, que nos da vida inmortal.

    Doce eran los que cenaban y les dio pan a los doce. Doce entonces lo comieron, y, después, todos los hombres.

    Sea plena la alabanza y llena de alegres cantos; que nuestra alma se desborde en todo un concierto santo.

    Hoy celebramos con gozo la gloriosa institución de este banquete divino, el banquete del Señor.

    Esta es la nueva Pascua, Pascua del único Rey, que termina con alianza tan pesada de la ley.

    Esto nuevo, siempre nuevo, es la luz de la verdad, que sustituye a lo viejo con reciente claridad.

    En aquella última cena Cristo hizo la maravilla de dejar a sus amigos el memorial de su vida.

    Enseñados por la Iglesia, consagramos pan y vino, que a los hombres nos redimen, y dan fuerza en el camino.

    Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne, y lo que antes era vino queda convertido en sangre.

    Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón; mas si las vemos con fe, entrarán en el corazón.

    Bajo símbolos diversos y en diferentes figuras, se esconden ciertas verdades maravillosas, profundas.

    Su sangre es nuestra bebida; su carne, nuestro alimento; pero en el pan o en el vino Cristo está todo completo.

    Quién lo come no lo rompe, no lo parte ni divide; él es el todo y la parte; vivo está en quien lo recibe.

    Puede ser tan sólo uno el que se acerca al altar, o pueden ser multitudes: Cristo no se acabará.

    Lo comen buenos y malos, con provecho diferente; no es lo mismo tener vida que ser condenado a muerte.

    A los malos les da muerte y a los buenos les da vida. ¡Qué efecto tan diferente tiene la misma comida!

    Si lo parten, no te apures; solo parten lo exterior; en el mismo fragmento entero late el Señor.

    Cuando parten lo exterior sólo parten lo que has visto; no es una disminución de la persona de Cristo.

    El pan que del cielo baja es comida de viajeros. Es un pan para los hijos. ¡No hay que tirarlo a los perros!

    Isaac, el inocente, es figura de este pan, con el cordero de Pascua y el misterioso maná.

    Ten compasión de nosotros, buen pastor, pan verdadero. Apaciéntanos y cuídanos y condúcenos al cielo.

    Todo lo puedes y sabes, pastor de ovejas, divino. Concédenos en el cielo gozar la herencia contigo. Amén.


    Aclamación antes del Evangelio:
    Aleluya, aleluya.
    Yo soy el pan que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan vivirá para siempre.
    Aleluya.

    Evangelio: Comieron todos y se saciaron

    Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17

    R. Gloria a ti, Señor.

    En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.
    Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle:
    «Despide a la gente, para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario».
    Jesús les contestó:
    «Denles ustedes de comer»
    Pero ellos le replicaron:
    «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente».
    Eran como cinco mil varones.
    Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
    «Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta».
    Así lo hicieron, y todos se sentaron. Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y, levantando la mirada al cielo, pronunció una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente.
    Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

    Palabra del Señor.
    R. Gloria a ti, Señor Jesús.

    Oración de los Fieles

    Celebrante: Antes de disponer la mesa santa, donde el Señor hará nuevamente presente su tránsito pascual que salva a todos los hombres, elevemos, hermanos y hermanas, nuestras súplicas a Dios Padre con la plena confianza de ser escuchados:
    (Respondemos: Escúchanos Padre.)

    Para que los obispos y presbíteros, cuando presidan la celebración eucarística, vivan tan plenamente identificados con el Señor que el pueblo vea en ellos la imagen viva de Cristo, que preside a quienes se han reunido en su nombre, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Para que pronto llegue el día en que todos los cristianos celebremos la Eucaristía en la unidad de una sola Iglesia, y todos los hombres, de un extremo al otro del mundo, ofrezcan el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Cristo, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Para que los fieles que se encuentran a las puertas de la muerte dejen este mundo llenos de paz y, confiando en las promesas del Señor y fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, lleguen al reino de la felicidad y de la vida, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Para que el Señor fortalezca constantemente nuestra fe y acreciente nuestro amor, a fin de que adoremos siempre en espíritu y verdad a Cristo, realmente presente en el admirable sacramento de la Eucaristía, roguemos al Señor.
    Escúchanos Padre.

    Celebrante: Contempla, Padre santo, a tu pueblo reunido en torno a la mesa de tu Hijo, para ofrecerte el sacrificio de la nueva alianza y escucha sus súplicas; purifica nuestros corazones para que, invitados a la mesa del Cordero, pregustemos en ella las delicias de la Pascua eterna que nos tienes preparada en la Jerusalén del cielo.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.

    Oración sobre las Ofrendas
    Señor, concede a tu Iglesia los dones de la unidad y de la paz, simbolizados en las ofrendas sacramentales que te presentamos.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.

    Prefacio: El sacrificio y el sacramento de Cristo
    V. El Señor esté con ustedes.
    R. Y con tu espíritu.

    V. Levantemos el corazón.
    R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

    V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
    R. Es justo y necesario.

    En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
    El cual, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el sacrificio perdurable, se ofreció a ti como víctima salvadora y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo.
    En efecto, cuando comemos su carne, inmolada por nosotros, quedamos fortalecidos; y cuando bebemos su sangre, derramada por nosotros, quedamos limpios de nuestros pecados.
    Por eso,
    con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
    Santo, Santo, Santo…

    Antífona de la Comunión
    El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él, dice el Señor.

    Oración después de la Comunión
    Oremos:
    Concédenos, Señor, disfrutar eternamente del gozo de tu divinidad, que ahora pregustamos en la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre.
    Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
    R. Amén.

    --2/6/2013---29/5/2016---23/6/2019


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