30 de diciembre
TIEMPO DE NAVIDAD - OFICIO DE LECTURA
DÍA VI de la INFRAOCTAVA
 Nota: Si no hubiese domingo entre el 25 y el 1, este día se celebra la festividad de la Sagrada Familia.

  • Si el oficio de lectura es el primer rezo del oficio divino:

    INVOCACION INICIAL
    V. Señor, ábreme los labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

    Invitatorio:

    Ant.: A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.

    Salmo del invitatorio (23*, 66*, 94* o 99*)*


    Repetir antífona

  • Si antes se ha rezado ya alguna otra hora (Laudes):

    SALUDO INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.




    Himno: LA NOCHE ESTABA DEL SILENCIO EN MEDIO
    La noche estaba del silencio en medio,
    y las cosas suspensas, aguardando
    de la dichosa hora el punto, cuando
    reciba el mundo sin igual remedio.
     
    Puso entre el hombre y Dios la Virgen medio,
    su consentir humilde al ángel dando,
    y el resplandor del Padre, así encarnando,
    ya vecino al nacer confirma el medio.
     
    María, de extremado gozo llena
    y en vehemente ardor toda encendida,
    pide que salga el Sol que la enamora.
     
    Vistióse de blancura y luz serena,
    y, sobre humanas fuerzas conmovida,
    virgen y madre se mostró a la hora.
     
    Gloria y loores por la eternidad
    tribútense a la Santa Trinidad. Amén.
     
    SALMODIA
    Ant. 1.
    La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.
     
    Salmo 84: Nuestra salvación está cerca
    Con Israel vuelto del destierro clamamos de nuevo a Dios por una salvación más completa y una dimensión más alta de existir.
     Dios bendijo a nuestra tierra
    cuando le envió el Salvador (Orígenes)

    Señor, has sido bueno con tu tierra,
    has restaurado la suerte de Jacob,
    has perdonado la culpa de tu pueblo,
    has sepultado todos sus pecados,
    has reprimido tu cólera,
    has frenado el incendio de tu ira.

    Restáuranos, Dios Salvador nuestro;
    cesa en tu rencor contra nosotros.
    ¿Vas a estar siempre enojado,
    o a prolongar tu ira de edad en edad?

    ¿No vas a devolvernos la vida,
    para que tu pueblo se alegre contigo?
    Muéstranos, Señor, tu misericordia,
    y danos tu salvación.

    Voy a escuchar lo que dice el Señor:
    "Dios anuncia la paz
    a su pueblo y a sus amigos
    y a los que se convierten de corazón".

    La salvación está ya cerca de sus fieles,
    y la gloria habitará en nuestra tierra;
    la misericordia y la fidelidad se encuentran,
    la justicia y la paz se besan;

    La fidelidad brota de la tierra,
    y la justicia mira desde el cielo;
    el Señor nos dará la lluvia,
    y nuestra tierra dará su fruto.

    La justicia marchará ante Él,
    la salvación seguirá sus pasos.

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
     
    Ant. La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.


    Ant. 2. La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.
     
    Salmo 88, 2-38 I
    HIMNO AL DIOS FIEL A LAS PROMESAS HECHAS A DAVID

    Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
    anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
    Pues dijiste: «Cimentado está por siempre mi amor,
    asentada más que el cielo mi lealtad.»

    Sellé una alianza con mi elegido,
    jurando a David, mi siervo:
    «Te fundaré un linaje perpetuo,
    edificaré tu trono para todas las edades.»

    El cielo proclama tus maravillas, Señor,
    y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
    ¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
    ¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

    Dios es temible en el consejo de los ángeles,
    es grande y terrible para toda su corte.
    Señor de los ejércitos, ¿quién como Tú?
    El poder y la fidelidad te rodean.

    Tú domeñas la soberbia del mar
    y amansas la hinchazón del oleaje;
    Tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
    tu brazo potente desbarató al enemigo.

    Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
    Tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
    Tú has creado el norte y el sur,
    el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

    Tienes un brazo poderoso:
    fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
    Justicia y derecho sostienen tu trono,
    misericordia y fidelidad te preceden.

    Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
    caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro;
    tu nombre es su gozo cada día,
    tu justicia es su orgullo.

    Porque Tú eres su honor y su fuerza,
    y con tu favor realzas nuestro poder.
    Porque el Señor es nuestro escudo,
    y el Santo de Israel nuestro rey.

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
     
    Ant. La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.


    Ant. 3. Él me invocará: «Tú eres mi padre.» Aleluya.
     
    Salmo 88, 2-38 III

    Si sus hijos abandonan mi ley
    y no siguen mis mandamientos,
    si profanan mis preceptos
    y no guardan mis mandatos,
    castigaré con la vara sus pecados
    y a latigazos sus culpas;

    pero no les retiraré mi favor
    ni desmentiré mi fidelidad,
    no violaré mi alianza
    ni cambiaré mis promesas.

    Una vez juré por mi santidad
    no faltar a mi palabra con David:
    «Su linaje será perpetuo,
    y su trono como el sol en mi presencia,
    como la luna, que siempre permanece:
    su solio será más firme que el cielo.»

    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
     
    Ant. Él me invocará: «Tú eres mi padre.» Aleluya.


    V. El Señor. Aleluya.
    R. Revela su salvación. Aleluya.

    PRIMERA LECTURA

    Año I:

    De la carta a los Colosenses 1, 15--2, 3
    CRISTO CABEZA DE LA IGLESIA
    Hermanos: Jesucristo es imagen de Dios invisible, primogénito de toda creatura, pues por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
    Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas: haciendo la paz por la sangre de su cruz con todos los seres, así del cielo como de la tierra.
    A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las obras malas, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne mediante la muerte, presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta. Mas para ello perseverad firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartéis de la esperanza del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a toda creatura bajo los cielos, y del cual yo, Pablo, he sido constituido ministro.
    Ahora me alegro de los padecimientos que he sufrido por vosotros, y voy completando en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, las tribulaciones que aún me quedan por sufrir con Cristo en mi carne mortal. Pues he sido constituido ministro de la Iglesia conforme a la misión que él me ha confiado respecto de vosotros: dar cumplimiento a la palabra de Dios, al misterio que había estado oculto por siglos y generaciones y que ahora ha sido manifestado a los consagrados a él. A éstos ha querido Dios dar a conocer las riquezas de gloria con que brilla este misterio entre los gentiles: el misterio de que Cristo está entre vosotros y, con él, la esperanza de la gloria.
    Ese Cristo es el que os anunciamos, amonestando a todos los hombres e instruyéndolos en toda sabiduría, para hacerlos a todos perfectos en Cristo. Con este fin me esfuerzo y lucho, contando con la eficacia de Cristo, que actúa poderosamente en mí.
    Y, en verdad, no quiero que desconozcáis la dura lucha que estoy librando por vosotros y por los de Laodicea, y por cuantos no me han visto personalmente. Yo deseo infundir aliento en vuestros corazones, para que, estrechamente unidos en la caridad, alcancéis una plenitud de inteligencia que os haga llegar al perfecto conocimiento del misterio de Dios, que es Cristo, en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
     
    Responsorio Col 1, 18. 17
    R. Cristo es la cabeza del cuerpo de la Iglesia; él es el primogénito de entre los muertos, * y así es el primero en todo.

    V. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

    R. Y así es el primero en todo.


    SEGUNDA LECTURA

    Del Tratado de san Hipólito, presbítero, Refutación de todas las herejías
    (Cap. 10, 33-34: PG 16, 3452-3453)
    EL VERBO HECHO CARNE NOS DEIFICA
    No fundamentamos nuestra fe en palabras vanas ni nos dejamos arrastrar por los impulsos del corazón ni nos seduce la suavidad de palabras persuasivas, sino que nuestra fe se apoya en las palabras pronunciadas por el poder divino.
    Dios confió estas palabras al Verbo, y el Verbo las profirió para apartar al hombre de la desobediencia, no coaccionándolo por fuerza como si se tratara de un esclavo, sino llamándolo para que lo siguiera libre y voluntariamente.
    Al fin de los tiempos el Padre envió al Verbo -pues ya no quería hablar por medio de los profetas ni ser anunciado en figuras-, ordenándole que se manifestara en forma visible, para que el mundo al verlo pudiera ser salvado.
    Sabemos que este Verbo tomó un cuerpo de la Virgen y que hizo del hombre viejo una nueva creación. Sabemos que fue plasmado de nuestra misma substancia; porque si hubiera obrado de otro modo en vano nos mandaría que lo imitáramos como a un maestro.
    En efecto, si este hombre hubiera sido formado de una substancia distinta de la nuestra, ¿cómo podría mandarme tales cosas a mí, que nací débil? ¿Cómo podríamos, en tal caso, decir que él es bueno y justo?
    Para que no lo creyéramos diferente de nosotros, soportó fatigas, quiso tener hambre y no rehusó tener sed, tuvo necesidad de descanso, no rechazó los sufrimientos de la pasión, se sometió a la muerte y quiso manifestarnos su resurrección. En todo esto ofreció su humanidad como primicias, para que tú, en medio de los sufrimientos, no te desanimes, sino que, recordando tu condición de hombre, esperes recibir, también tú, lo que Dios quiso darle a él.
    Cuando ya contemples a Dios tal cual es, tendrás un cuerpo inmortal e incorruptible, como el alma, y poseerás el reino de los cielos, tú, que, viviendo en la tierra, conociste al Rey celestial; participarás de la felicidad de Dios, serás coheredero de Cristo y ya no estarás sujeto a las pasiones ni a las enfermedades, porque habrás sido hecho semejante a Dios.
    Todos los males que soportaste en cuanto hombre, Dios te los envió precisamente porque eres hombre; en cambio, todo aquello que es propio de Dios, él prometió dártelo cuando seas divinizado y alcances la inmortalidad. Conócete, pues, a ti mismo, reconociendo al Dios que te hizo; pues conocer a Dios y ser conocido por él corresponde a aquel que ha sido llamado por Dios.
    Por tanto no discutáis entre vosotros ni dudéis en volver a él. Cristo es Dios por encima de todas las cosas; él quiso borrar el pecado de los hombres renovando al hombre viejo, que él había creado a su imagen desde el comienzo, manifestándote, de este modo, el amor que tiene por ti. Si obedeces sus mandatos y, por tu bondad, imitas al que es bueno, llegarás a ser semejante a él, y él te honrará; pues no es mezquino el Dios que te ha hecho dios para su gloria.
     
    Responsorio 1Jn 1, 14; Ba 3, 38
    R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; * y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

    V. Apareció en la tierra y convivió entre los hombres.

    R. Y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
     



    Oración
    OREMOS,
    Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en nuestra carne mortal nos libre de la antigua servidumbre del pecado que pesa aún sobre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
    Amén
     
    Conclusión
    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.