Seguir a Cristo mas que a las obras

Has hecho de nosotros Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.
Seguir a Cristo es misión mas que hacer cosas... ¿"por" Jesús?

Texto procedente de http://santaclaradeestella.es/ORACIONES/LECTIO_DIVINA_(2019-07-Julio).htm#Día_7_

Domingo xiv del tiempo ordinario ciclo "C" (7/7/2019)

Lecturas*


La fe es aceptación plena del acontecimiento de Cristo y de la vida que brota de su muerte y resurrección: «Ser una nueva criatura». Por consiguiente, la ley, como intento humano de convertir sus obras en instrumento de autojustificación, forma parte de ese «mundo» que, para Pablo, ha sido crucificado. Ahora la ley, el canon que debemos seguir, es otro: «Ser una nueva criatura». Eso significa entrar en la muerte y resurrección de Cristo para vivir del amor que se desprende de su vida entregada, asumir la forma del crucificado como norma de vida. En conclusión, lo que acredita efectivamente a Pablo ante sus opositores es su semejanza con el Crucificado, la participación en la pasión de Jesús que se lee en la carne.

….. En el corazón figura la afirmación de Pablo: «En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gal 6,4). La clave es ésta: la cruz es el criterio de la existencia cristiana, la cruz es el metro para medir las opciones, las acciones, los gestos cotidianos. De la adhesión a este Evangelio, de la conversión al modo de vivir y de amar de Cristo crucificado depende la posibilidad de llegar a ser una «nueva criatura» (Gal 6,15). Ésta es la fuente de la que brota la alegría de la vida, éste es el don que recibimos en el bautismo y que debe informar toda nuestra existencia para que sea una existencia bautismal, o sea, para que esté sumergida en el dinamismo de la vida que brota de la muerte, del amor dispuesto a dar la vida.

El contenido de la vida bautismal está expresado en el seguimiento de Jesús por su camino, en la aceptación de sus exigencias de radicalismo y totalidad que en él están implicadas, en la participación cada vez más profunda en su pasión, a fin de participar de un modo cada vez más íntimo en su vida. La misión forma parte intrínseca del seguimiento. De aquí surge la imagen o, mejor aún, la vocación de una Iglesia que es absolutamente misionera, y lo es por el hecho de que sigue a Jesús y con el hecho mismo de seguir a Jesús. Ser misionero, mucho más que hacer algo por el Señor, es seguirle en su pasión por la mies. Es pedir asemejarse a él e ir asemejando a él.

Heme aquí, ahora, presa del aturdimiento; voy a tientas, como en la noche oscura. ¿Por qué me abandonas, Señor? No quiero desertar de tu obra. Debo llevar a término tu tarea, ultimar la construcción de la Iglesia... ¿Por qué atacan los hombres tu obra? ¿Por qué la privan de su apoyo? Ante tu altar, junto a la eucaristía, he oído tu respuesta, Señor:
«Me sigues a mí y no a mi obra. Si quiero me entregarás la tarea confiada. Poco importa quién ocupe tu puesto; es asunto mío. ¡Debes optar por mí».
(F.-X. Nguyen Van Thuan, Preghiere di speranza).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL


Si yo, queridos hermanos en la fe, he sido enviado a vosotros para proclamar que Jesús ha resucitado y es el único Rey y Señor; si yo, que he sido llamado a ser vuestro obispo, he sido encargado de despertar la aurora que os duerme ya en el corazón [...], ¿quién llevará este anuncio de esperanza a los «otros», a esa porción del pueblo que no coincide ya con el perímetro de la Iglesia, a esos a quienes los valores cristianos ya no les dicen nada? ¿Quién hará llegar la Buena Noticia de Cristo a tantos hermanos que, trastornados por los problemas de la supervivencia y del trabajo, ya no tienen tiempo para pensar en el Señor? [...] ¿Quién llevará este anuncio de salvación a tantas personas generosas que no son capaces de atravesar los confines del inframundo y se baten sólo por una justicia sin trascendencias, por una libertad sin utopías, por una solidaridad sin parentescos? ¿Quién gritará el grito de liberación que nos ha traído Cristo en el corazón de tantos jóvenes extraviados que, en su ineludible necesidad de felicidad, buscan respuestas en las ideologías, en la fascinación del nihilismo, en las alucinaciones de la violencia, en el paraíso de la droga? ¿Quién pondrá una brizna de esperanza en el pecho de tanta gente desesperada, envilecida por las miserias morales, derrotada, marginada, para quien Jesús es un forastero, la Iglesia una extraña y el Evangelio sólo un jirón de recuerdos infantiles? ¿Deberé ser sólo yo, vuestro obispo, quien asuma esta tarea tan gravosa respecto al mundo? De ninguna manera. Pero no porque yo no tenga que hacerla. No porque se trate de una empresa que supere mis capacidades y produzca desaliento no digo a mi pobreza, sino incluso a la audacia de los más fuertes. Es sólo porque esta tarea corresponde a todo el pueblo de Dios. Es porque hoy un anuncio de esperanza sólo se vuelve creíble cuando lo ofrece una comunidad que vive en comunión y no por un individuo que juega con las palabras y se ejercita con la academia. La gente empieza hoy a dudar de los jefes carismáticos. El oficio del «líder» ya no se sostiene, y menos aún en la Iglesia. Nos corresponde, por tanto, a nosotros, a todo el pueblo de los bautizados, depositarios de la esperanza cristiana, pasar por los caminos del mundo y proclamar juntos:
«Valor, no te deprimas si adviertes que se reagudizan viejas angustias. Si te espanta la soledad del camino y la indiferencia de tus compañeros de viaje. Si experimentas los escalofríos de viejos delirios y de nuevos miedos. Si te oprime la oscuridad de la noche que no termina nunca... No te desanimes, porque aún no se ha dicho la última palabra. Levántate y camina con nosotros. O, al menos, intenta mirar en nuestra misma dirección. Al fondo hay una luz. Y hay un Hombre que, a pesar de todo, es capaz de presentarte el trecho de camino que te queda, por largo o corto que sea, como una ocasión extraordinaria para renacer» (A. Bello, Lessico di comunione. Insieme alia sequela di Cristo, Arluno 1991, pp. 133ss).


Primera lectura: Isaías 66,10- 14c
10 Alegraos con Jerusalén y regocijaos por ella todos los que la amáis; saltad de gozo con ella los que por ella llevasteis luto.
11 Pues mamaréis hasta saciaros de sus pechos consoladores y saborearéis el deleite de sus ubres generosas.
12 Porque así dice el Señor: Yo haré correr hacia ella, como un río, la paz; como un torrente desbordado, la riqueza de las naciones. Amamantarán en brazos a sus criaturas y las acariciarán sobre las rodillas.
13 Como un hijo al que su madre consuela, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén seréis consolados.
14 Al verlo, os alegraréis, vuestros huesos florecerán como prado. El Señor mostrará a sus siervos su poder.

Segunda lectura: Gálatas 6,14-18
Hermanos:
14 En cuanto a mí, jamás presumo de algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
15 Pues lo que importa no es el estar circuncidado o no estarlo, sino el ser una nueva criatura.
16 A todos los que vivan según esta norma, paz y misericordia, así como al Israel de Dios.
17 Y en adelante, no me ocasionéis más preocupaciones, que ya tengo bastante con llevar en mi cuerpo las marcas de Jesús.
18 Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vosotros, hermanos. Amén.

Evangelio: Lucas 10,1-12.17-20
En aquel tiempo,
1 el Señor designó a otros setenta [y dos] y los envió por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares que él pensaba visitar.
2 Y les dio estas instrucciones: -La mies es abundante, pero los obreros pocos. Rogad, por tanto, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
3 ¡En marcha! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos.
4 No llevéis bolsa, ni alforjas ni sandalias, ni saludéis a nadie por el camino.
5 Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. 6 Si hay allí gente de paz, vuestra paz recaerá sobre ellos; si no, se volverá a vosotros.
7 Quedaos en esa casa y comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa.
8 Si al entrar en un pueblo os reciben bien, comed lo que os pongan.
9 Curad a los enfermos que haya en él y decidles: Está llegando a vosotros el Reino de Dios.
10 Pero si entráis en un pueblo y no os reciben bien, salid a la plaza y decid:
11 Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos y os lo dejamos. Sabed de todas formas que está llegando el Reino de Dios.
12 Os digo que el día del juicio será más tolerable para Sodoma que para ese pueblo.
17 Los setenta [y dos] volvieron llenos de alegría, diciendo; -Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
18 Jesús les dijo: -He visto a Satanás cayendo del cielo como un rayo.
19 Os he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para dominar toda potencia enemiga, y nada os podrá dañar.
20 Sin embargo, no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo.

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