Jesucristo Dios y hombre verdadero y María siempre virgen

16 de julio
SEGUNDA LECTURA festividad nuestra señora del Carmen
De los sermones de San León Magno, papa
María, antes de concebir corporalmente, concibió en su espíritu
Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y, para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen.
Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el Hijo de Dios, que en el principio estaba junto a Dios, por medio del cual se hizo todo, y sin el cual no se hizo nada, se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se abaja hasta asumir nuestra pequeñez, sin menguar por ello su majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su condición divina, por la que es igual al Padre; la unión que establece entre ambas naturalezas es tan admirable, que ni la gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad disminuye en nada la divinidad.
Quedando, pues, a salvo el carácter propio de cada una de las naturalezas, y unidas ambas en una sola persona, la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se conjugan armoniosamente en la única persona del Señor; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la vez morir y resucitar, por la conjunción en él de esta doble condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador había de dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez salvaguarda del pudor y alumbramiento de la verdad.
Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con él se mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros por su divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, no hubiera podido remediar nuestra situación; si no hubiera sido hombre verdadero, no hubiera podido darnos ejemplo.
Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos ven, en efecto, que la Jerusalén celestial se va edificando por medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso?


Del punto 3 sobre la liturgia de la fiesta en http://www.mercaba.org/FIESTAS/07-16_virgen_del_carmen.htm "Nacido de una mujer..." (Gal 4,4)
El texto en primer lugar evoca la larga historia de las intervenciones salvadoras de Dios en "el tiempo" de la humanidad. Cuando el Padre envía a su Hijo al mundo, llega "la plenitud del tiempo", el punto culminante de la historia salvífica. Es en este momento decisivo y pleno de la redención cuando Pablo menciona el nacimiento de Cristo en la carne ("nacido de una mujer"). Esta mujer es María, colocada en el mismo centro del proyecto salvador de Dios. En ella, el Mesías—Hijo de Dios llega a ser verdadero "hermano" nuestro (Heb 2,11), compartiendo nuestra propia carne y sangre (Heb 2,14).
En el evangelio (Jn 19,25-27), junto a la cruz de Jesús aparece congregada simbólicamente la Iglesia, representada por "su Madre" y por "el discípulo a quien amaba" (19,25-27). María es figura de Sión, que reúne y engendra a sus hijos. De Sión—Jerusalén, que después del exilio recibía a sus hijos dentro de sus muros y en torno al templo, había dicho antiguamente el profeta: "¿Sin estar de parto ha dado a luz, ha tenido un hijo sin sentir dolor. ¿Quién oyó jamás cosa igual? ¿Quién vio nada semejante? ¿Nace un país en un solo día? ¿Se da a luz un pueblo de una sola vez? Pues apenas sintió los dolores, Sión dio a luz a sus hijos" (Is 66,8). Al pie de la cruz, en lugar de Jerusalén, aparece ahora María, madre de los hijos de Dios dispersos, reunidos ahora por Jesús (Jn 11,52), verdadero "templo" de la nueva alianza (Jn 2,21). María es la nueva Jerusalén—madre, la Hija de Sión a la que el profeta decía: "Levanta la vista y mira a tu alrededor, todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos" (Is 60,4). Ahora es Jesús, quien dirigiéndose a su madre, le dice: "He allí a tu hijo". A imagen de Jerusalén—madre, María es la madre universal de los hijos de Dios, congregados en Cristo, principio de la nueva humanidad.


Comentario: María, da el cuerpo a Jesús, la naturaleza humana.
El cuerpo de Jesucristo tras su vida, pasión, muerte y resurrección, es la Iglesia, virgen y santa, la cual la formamos los hijos de Dios que también somos hijos de María, como Jesús.
Ya que por el bautismo renacemos a una vida nueva, nos convertimos en hijos de Dios, con María como madre.
Porque si con Eva entró el pecado, y fue transmitido como pecado original por cada mujer, convenía que otra mujer, María, preservada por Dios de ese pecado con su Inmaculada Concepción, fuera madre del Salvador y Redentor. Virgen antes, durante y tras el parto, siempre virgen, por el Hijo de Dios y para así ser también madre de los redimidos.
Del costado de Adán, fue creada Eva. Del costado abierto de Jesús, nace la santa Madre Iglesia, virgen, santa e inmaculada.
Imagen de María.
Es en la cruz donde Jesús nos da a María como madre.
Somos concebidos y dados a luz para esta vida nueva, virginalmente como Jesús.
Por eso también la siempre virgen María concibió y dio a luz virginalmente, para ser también nuestra Madre.
Fe y razón van juntas, de la mano.

Testimonio:
Más de una vez me había preguntado si el parto de María no había sido un parto normal, natural.
Y le pregunté al Señor.
Creo recordar que me encontraba por el noreste de la ciudad Madrid y debí de llegar a un colegio con el nombre de la Inmaculada Virgen María u otro parecido para mayor gloria y honor a nuestra santa Madre.
Abrí mi Biblia y salió esta lectura:
Is 66, 7 Antes de las contracciones, ella dio a luz;
antes de que le llegaran los dolores,
dio a luz un hijo varón.
8 ¿Quién oyó jamás algo semejante,
quién ha visto una cosa igual?
¿Se da a luz un país en un solo día?
¿Se hace nacer una nación de una sola vez?
Pero Sión, apenas sintió los dolores,
ha dado a luz a sus hijos.
Lo interpreté como la profecía del parto milagroso de Jesús, virginal y sin dolor, y el místico de todos nosotros, que aspiramos a ser hijos de Dios y de María, gracias a nuestro Señor Jesucristo; miembros de su Iglesia, que es imagen de María, virgen y santa, y que es el Cuerpo místico de Cristo.

Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia que es su Cuerpo....Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y de la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Efesios 5, 21-33.

Hija de Dios, Madre de Cristo, Esposa del Espíritu Santo.
María es virgen, santa e inmaculada, imagen de la iglesia, del Cuerpo místico de Cristo
El Cuerpo de Cristo procede de la encarnación de Dios en María, tras la resurrección glorificado
Gracias a Jesucristo somos miembros de ese Cuerpo

Hija de Dios, Madre de Cristo, Esposa del Espíritu Santo.
María es virgen, santa e inmaculada, imagen de la iglesia, del Cuerpo místico de Cristo.
El Cuerpo de Cristo procede de la encarnación de Dios en María, tras la resurrección glorificado.
Gracias a Jesucristo somos miembros de ese Cuerpo.
María, tras su Asunción, tiene también un cuerpo glorificado.
Somos hijos de Dios, hijos de María, miembros del Cuerpo místico de Jesús, la santa Madre Iglesia.


  • María es Inmaculada y Asunta ¿por qué?

    Índice de REZA EL SANTO ROSARIO*