CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y AL ESPÍRITU SANTO

CONSÁGRATE AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA. DE LA MANO DE MARÍA, A LA MORADA DEL CORAZÓN DE JESÚS. OFRÉCELE TU VIDA. SÉ SANTO. MARÍA ES LA MADRE DE DIOS, LA LLENA DE GRACIA, LA SIERVA DE DIOS, LA NIÑA DE LOS OJOS DE DIOS.

POR AMOR DE DIOS, ES INMACULADA, MADRE, VIRGEN; CORREDENTORA, ABOGADA, MEDIADORA Y ASUNTA AL CIELO EN CUERPO Y ALMA.

MARÍA ES IMITACIÓN DE CRISTO.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD LA HA HECHO REINA.

POR AMOR DE DIOS, MARÍA ES ¡¡¡ TU MADRE !!!

La Madre de Dios viene para guiarnos de la mano para la santificación de las almas, para preparar nuestros corazones para ser presentados a JESÚS. Lo único que ELLA pide de nosotros es un corazón abierto.
Desea ardientemente ayudarnos a darnos cuenta de nuestra propia importancia en este plan divino de Dios.
Las características de su rebaño son:
* Devoción a su Inmaculado Corazón, porque Dios ha pedido que se le rinda honor honrando a nuestra Santa Madre.
* Fidelidad a nuestro Santo Padre: él es el Vicario de Cristo, el representante divino entre nosotros, el verdadero pastor de la verdadera Iglesia.
* Gran reverencia a la presencia de su Hijo en la Santa Eucaristía. ÉL diseñará tu alma cuando estés delante del Santísimo Sacramento.
Estas tres marcas son las que representan a su rebaño reunido para realizar su contribución al plan completo de salvación

Mientras nos preparamos para hacer nuestro Acto de Consagración, recordemos que estamos cumpliendo el deseo de Dios Padre. Es un acto, promesa que será renovada diariamente, y no simplemente palabras que estamos recitando. Vivir nuestra consagración requiere el sacrificio de nuestra voluntad, para que Su voluntad sea cumplida en nosotros. Se nos pide que seamos SANTOS y buenos, ser ejemplos para todos, ser la luz de la verdad, de simpleza y pureza y ser la verdadera imitación del Corazón Inmaculado de nuestra Señora, ser los faros de CRISTO en el camino de santificación. Por medio del Inmaculado Corazón de María estamos reunidos y formados para traer al mundo el ejemplo de esta respuesta a su llamada. El triunfo de Su Corazón Inmaculado traerá dentro de nosotros el glorioso reino de Su Sagrado Corazón. Es por este motivo que nos comprometemos a nuestra consagración.

CONSAGRACIÓN PARA LA TRIUNFANTE VICTORIA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

     En este despertar del amanecer de tu Triunfo, Yo, tu hijo, unido en la respuesta a tu llamada maternal, hago mi promesa de consagración a tu Inmaculado Corazón, participando así en tu Triunfo.
     Te ruego, querida Madre, que me lleves en tus brazos maternales para ser presentado a Dios Padre en el Cielo y ser así escogido y colocado al servicio de tu Hijo en forma especial, al aceptar los sacrificios del Triunfo de tu Inmaculado Corazón.
     En este solemne acto yo me consagro a tu Inmaculado Corazón. Yo, como tu hijo, te ofrezco mi SÍ al unísono con el tuyo propio; te ruego que sea fortificado y permanezca fuerte hasta el final de esta batalla por la culminación de las promesas que hiciste en Fátima: la conversión de Rusia, la tierra de tu más grande victoria, y por medio de la cual vendrá la conversión del mundo entero y el reinado de la paz global.
     Reina de los Apóstoles, Corredentora, guíame en medio de la oscuridad de este tiempo, en el que los rayos de tu amanecer vienen a dar luz a mi horizonte.
Con el refugio de tu Inmaculado Corazón como mi faro, mándame a los campos de batalla con tu espada de la verdad y con la coraza de la virtud, para ser su reflejo.
      Con este acto de consagración quiero vivir contigo, por medio de Ti, todos los compromisos asumidos en mi consagración bautismal.
Me comprometo a realizar en mí la conversión interior requerida por el evangelio, que me libre de todo apego a mí mismo, de los fáciles compromisos con el mundo, para estar como Tú, sólo disponible para hacer siempre la voluntad del Padre.
     Quiero confiarte, Madre dulcísima y misericordiosa, mi existencia y vocación cristiana, para que Tú dispongas de ella para tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo.
Me comprometo a vivirla según tus deseos, con un renovado espíritu de oración y de penitencia; con la participación fervorosa en la celebración de la Eucaristía y en el apostolado, me comprometo a rezar el Rosario diariamente; me comprometo a un austero modo de vida conforme al Evangelio y me comprometo a ser un buen ejemplo para los demás en la observancia de la ley de Dios, en el ejercicio de las virtudes cristianas y en especial de la caridad, la humildad y la pureza de la infinita misericordia y amor de Dios Padre.
     Te prometo, Madre mía, la fidelidad a nuestro Santo Padre el Papa como el divino representante de Cristo entre nosotros.
Que esta Consagración le dé a Él la unidad de nuestros corazones, mentes y almas: llevar a una realidad el Triunfo de Tu Inmaculado Corazón, para que pueda descender sobre la tierra bajo su pontificado.
     Como un apóstol de tu Triunfo, te prometo, Madre, ser testigo de la divina presencia de tu Hijo en la Sagrada Eucaristía, la fuerza unificante de tu poderoso ejército.
Que encuentre convicción, confianza en el único centro de unidad que es el Santísimo Sacramento.
Que sea creada por Él en mí un alma de perfección.
Ruego que Su reflejo brille sobre todo el mundo y sobre todos los hombres.
     Oh Santísima Virgen de Pureza, Mediadora de todas las gracias celestiales, habita en mi corazón, trae contigo a tu Esposo, el Espíritu Santo; así mi consagración será fructífera por medio de los regalos, gracias y dones infundidos por Su llegada.
     Con el poder de Su presencia permaneceré firme en confianza, fuerte y persistente en la oración y entregado en total abandono a Dios Padre.
Que el Espíritu Santo se manifieste sobre el mundo como un murmullo de oraciones a través de la unión de corazones.

     Yo, ________________________________________, tu hijo(a), en presencia de todos los ángeles de tu Triunfo, de todos los Santos del Cielo y en unión con la Santa Madre Iglesia, renuevo en las manos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los votos de mi Bautismo.
Te ofrezco, querida Madre, todo mi pasado, mi presente y mi futuro, las alegrías y las tristezas, las oraciones y los sacrificios, todo lo que soy y todo lo que tengo y todo lo que el Padre moldeará en mí.
     Te doy, Madre, mi amor y compromiso para que siempre estemos unidos en el SÍ de la eternidad y en las profundidades de tu Triunfante Inmaculado Corazón.
     Colócame en tu Corazón Inmaculado y cúbreme con tu manto. Amén.

Consagración breve a la Virgen María.

“¡Oh, Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco del todo a Vos” y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro, ¡oh Madre de bondad!, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
Tres Avemarías, con la jaculatoria:
«Por vuestra Inmaculada Concepción, ¡oh María!, haced casto mi cuerpo y pura el alma mía».

ACTO DE CONSAGRACIÓN DE     NN.     a Jesucristo, la Sabiduría encarnada por medio de MARÍA

    ¡Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre Virgen!
    Os adoro profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro Padre, durante la eternidad,
    y en el seno virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra Encarnación.
    Os doy gracias porque os habéis anonadado tomando la forma de un esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.
    Os alabo y glorifico porque os habéis sometido a María, vuestra Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella vuestro fiel esclavo.
    Pero ¡ay! ingrato e infiel como soy, no he cumplido las promesas que tan solemnemente os hice en el bautismo;
    no he guardado mis deberes,
    no merezco ser llamado vuestro hijo ni vuestro esclavo,
    y como nada hay en mí que no merezca vuestra repulsa y vuestra cólera,
    no me atrevo a aproximarme por mí mismo a vuestra Santísima y Augusta Majestad.
    Por eso he recurrido a la intercesión de vuestra Santísima Madre,
    que Vos me habéis dado como medianera para con Vos,
    y por este medio espero obtener de Vos la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.
    Os saludo, pues, ¡oh María Inmaculada! Tabernáculo viviente de la Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por los Ángeles y los hombres.
    Os saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido, todo lo que está debajo de Dios.
    Os saludo, ¡oh refugio seguro de los pecadores cuya misericordia no falta a nadie!
    Escuchad los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibid para ello los votos y las ofertas que mi bajeza os presenta:

    Yo,     NN.    , pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en vuestras manos los votos de mi bautismo;
    renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras,
    y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz tras Él todos los días de mi vida.
    Y a fin de que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora,
    os escojo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y mi Señora.
    Os entrego y consagro en calidad de esclavo mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aun el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras,
    otorgándoos un entero y pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a vuestro agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.

Soy todo tuyo María

 
Virgen María, Madre mía, me consagro a ti
y confío en tus manos toda mi existencia.
Acepta mi pasado con todo lo que fue.
Acepta mi presente con todo lo que es.
Acepta mi futuro con todo lo que será.
Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy,
todo lo que he recibido de Dios.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad, mi corazón.
Deposito en tus manos mi libertad, mis ansias y mis temores,
mis esperanzas y mis deseos, mis tristezas y mis alegrías.
Custodia mi vida y todos mis actos
para que le sea más fiel al Señor
y con tu ayuda alcance la salvación.
Te confío ¡Oh María! mi cuerpo y mis sentidos
para que se conserven puros y me ayuden en el ejercicio de las virtudes.
Te confío mi alma para que tú la preserves del mal.
Hazme partícipe de una santidad igual a la tuya;
hazme conforme a Cristo, ideal de mi vida. Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi juventud, para que tú me ayudes a no envejecer en la fe. Te confío mi capacidad y deseos de amar; enséñame y ayúdame a amar como tú has amado y como Jesús quiere que se ame. Te confío mis incertidumbres y angustias para que en tu corazón yo encuentre seguridad, sostén y luz en cada instante de mi vida. Con esta consagración me comprometo a imitar tu vida. Acepto las renuncias y sacrificios que esta elección comporta y te prometo, con la gracia de Dios y con tu ayuda, ser fiel al compromiso asumido. ¡Oh María!, soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí y de todo lo que me pertenece, para que camine siempre junto al Señor bajo tu mirada de Madre. ¡Oh María! Soy todo tuyo y todo lo que poseo te pertenece ahora y siempre. ¡Amén!


ACTO DE CONSAGRACION AL INMACULADO CORAZON DE MARIA

Movimiento Mariano de Sacerdotes

Para rezar al final del Cenáculo
Virgen de Fátima,
Madre de Misericordia,
Reina del Cielo y de la Tierra,
Refugio de los Pecadores.

Nosotros, adhiriéndonos al Movimiento Mariano,
nos consagramos
de modo especialísimo
a Tu Corazón Inmaculado.

Con éste acto de consagración,
queremos vivir Contigo y por medio de Ti,
todos los compromisos asumidos
con nuestra consagración bautismal.

Nos comprometemos también,
a realizar en nosotros
aquella interior conversión
tan requerida por el Evangelio,
que nos libre de todo apego a nosotros mismos
y a los fáciles compromisos con el mundo,
para estar, como Tú, siempre dispuestos a cumplir,
sólo la voluntad del Padre.

Y mientras queremos confiarte,
Madre Dulcísima y Misericordiosa,
nuestra existencia y vocación cristiana,
para que Tú dispongas de ella
para Tus designios de Salvación
en ésta hora decisiva que pesa sobre el mundo;
nos comprometemos a vivirla según Tus deseos,
particularmente en cuanto se refiere
a un renovado espíritu de oración y de penitencia,
a la participación fervorosa
en la celebración de la Eucaristía y al apostolado,
al rezo diario del Santo Rosario
y a un austero modo de vida, conforme al Evangelio,
que sirva a todos de buen ejemplo
en la observancia de la ley de Dios
y en el ejercicio de las virtudes cristianas,
especialmente de la pureza.
Te prometemos también
estar unidos al Santo Padre,
a la Jerarquía y a nuestros sacerdotes,
para oponer así una barrera
al proceso de oposición al Magisterio
que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia.

Bajo Tu Protección, queremos ser también
los apóstoles de ésta hoy tan necesaria unidad
de oración y de amor al Papa,
para quien Te suplicamos una especial protección.

Finalmente Te prometemos
conducir a las almas con las que entremos en contacto,
en cuanto nos sea posible
a una renovada devoción hacia Ti.

Conscientes de que el ateísmo
ha hecho naufragar en la fe
a un gran número de fieles,
que la desacralización ha entrado
en el Templo Santo de Dios,
que el mal y el pecado invaden cada vez más el mundo,
nos atrevemos a levantar confiados los ojos a Ti,
Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa,
e invocar también hoy
y esperar de Ti la salvación
para todos Tus hijos,
¡Oh Clemente, Oh Piadosa, Oh Dulce Virgen María!.

Oración de consagración inspirada a Santa Margarita María de Alacoque
Dulce Jesús mío, uno mi alma a la tuya, mi corazón y mi espíritu, mi vida, mis intenciones a las tuyas; y así unido contigo, me presento a tu Padre.
Recíbeme, Padre Eterno, por los méritos de tu divino Hijo, que te ofrezco en unión del Sacerdote y de toda la Iglesia. No me mires ya sino escondido en tus llagas, cubierto con tu sangre y enriquecido con sus méritos. Así me presento ante Ti, a fin de que no me alejes lejos de tu rostro, sino que me recibas en los brazos de tu paternal bondad y me concedas la gracia de la salvación.
Dios mío, te doy gracias por todos tus beneficios, por tu muerte y pasión y por la institución de tus sacramentos, especialmente por la Eucaristía.

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús


¡Sacratísima reina de los cielos y Madre mía amabilísima! Yo,    NN.    , aunque lleno de miserias y ruindades, alentado sin embargo con la invitación benigna del Corazón de Jesús, deseo consagrarme a Él; pero, conociendo bien mi indignidad e inconstancia, no quisiera ofrecer nada sino por tus maternales manos, y confiando a tus cuidados el hacerme cumplir bien todas mis resoluciones.
Corazón dulcísimo de Jesús, Rey de bondad y de amor, gustoso y agradecido acepto con toda la decisión de mi alma ese suavísimo pacto de cuidar Tú de mí y yo de Ti, aunque demasiado sabes que vas a salir perdiendo. Lo mío quiero que sea tuyo; todo lo pongo en tus manos bondadosas: mi alma, salvación eterna, libertad, progreso interior, miserias; mi cuerpo, vida y salud; todo lo poquito bueno que yo haga o por mi ofrecieren otros en vida o después de muerto, por si algo puede servirte; mi familia, haberes, negocios, ocupaciones, etc., para que, si bien deseo hacer en cada una de estas cosas cuanto en mi mano estuviere, sin embargo, seas Tú el Rey que haga y deshaga a su gusto, pues yo estaré muy conforme, aunque me cueste, con lo que disponga siempre ese Corazón amante que busca en todo mi bien.
Quiero en cambio, Corazón amabilísimo, que la vida que me reste no sea una vida baldía; quiero hacer algo, más bien quisiera hacer mucho, porque reines en el mundo; quiero con oración larga o jaculatorias breves, con las acciones del día, con mis penas aceptadas, con mis vencimientos chicos, y en fin, con la propaganda, no estar, a ser posible, un momento sin hacer algo por Ti. Haz que todo lleve el sello de tu reinado divino y de tu reparación hasta mi postrer aliento, que ¡ojalá! Sea el broche de oro, el acto de caridad que cierre toda una vida de apóstol fervorosísimo. Amén.
Honra y defiende la Honra de nuestro Señor.




CONSAGRACIÓN AL ESPIRITU SANTO


Recibe ¡Oh Espíritu Santo de amor!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi Ser.
Dígnate ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, y en cada una de mis acciones: mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el amor de mi corazón.
Yo me abandono sin reservas a tus operaciones divinas y quiero ser siempre dócil a tus santas inspiraciones.
Oh Santo Espíritu, dígnate formarme con María, y en María, según el modelo de nuestro Divino Jesús.
Gloria al Padre Creador.
Gloria al Hijo Redentor.
Gloria al Espíritu Santificador.
Amén.
“AMAR AL ESPIRITU SANTO Y HACER QUE SEA AMADO.”



ORACIÓN DEL OFRECIMIENTO DE VIDA


“Mi amable Jesús, delante de las personas de la Santísima Trinidad, delante de Nuestra Madre del Cielo, y toda la Corte celestial, ofrezco, según las instrucciones de tu Corazón Eucarístico y las del Inmaculado Corazón de María Santísima, toda mi vida, todas mis santas Misas, Comuniones, buenas obras, sacrificios y sufrimientos, uniéndolos a los meritos de tu Santísima Sangre y tu muerte de cruz: para adorar a la Gloriosa Santísima Trinidad, para ofrecerle reparación por nuestras ofensas, por la unión de nuestra santa Madre Iglesia, por nuestros sacerdotes, por las buenas vocaciones sacerdotales y por todas las almas hasta el fin del mundo.

Recibe, Jesús mío, mi ofrecimiento de vida y concédeme gracia para perseverar en el fielmente hasta el fin de mi vida. Amén.”


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