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¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es en cierto sentido
la última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y sin embargo
ésta no es aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será
pronunciada en aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles
después, venidos al sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y
proclamarán por vez primera: «Ha resucitado». Ellos lo repetirán a los
otros y serán testigos de Cristo resucitado. No obstante, también en esta
glorificación del hijo de Dios sigue estando presente la cruz, la cual -a través
de todo el testimonio mesiánico del hombre-Hijo- que sufrió en ella la muerte,
habla y no cesa nunca de decir que Dios-Padre, que es absolutamente fiel a su
eterno amor por el hombre, ya que «tanto amó al mundo -por tanto al hombre
en el mundo- que le dio a su Hijo unigénito, para que quien crea en él no muera,
sino que tenga la vida eterna». Creer en el Hijo crucificado
significa «ver al Padre», significa creer que el amor está
presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que
el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa
creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión indispensable del
amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y
actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al
hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle
«perecer en la gehena».
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¿Que queda ahora ante nuestros ojos? Queda un Crucifijo, una Cruz elevada sobre el Gólgota, una Cruz que parece señalar la derrota definitiva de Aquel que había traído la luz a quien estaba sumido en la oscuridad, de Aquel que había hablado de la fuerza del perdón y de la misericordia, que había invitado a creer en el amor infinito de Dios por cada persona humana. Despreciado y rechazado por los hombres, está ante nosotros el «hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, despreciado y evitado de los hombres, ante el cual se ocultaban los rostros» (Is 53,3). Pero miremos bien a este hombre crucificado entre la tierra y el cielo, contemplémosle con una mirada más profunda, y descubriremos que la Cruz no es el signo de la victoria de la muerte, del pecado y del mal, sino el signo luminoso del amor, más aún, de la inmensidad del amor de Dios, de aquello que jamás habríamos podido pedir, imaginar o esperar: Dios se ha inclinado sobre nosotros, se ha abajado hasta llegar al rincón más oscuro de nuestra vida para tendernos la mano y alzarnos hacia él, para llevarnos hasta él. La Cruz nos habla de la fe en el poder de este amor, a creer que en cada situación de nuestra vida, de la historia, del mundo, Dios es capaz de vencer la muerte, el pecado, el mal, y darnos una vida nueva, resucitada. En la muerte en cruz del Hijo de Dios, está el germen de una nueva esperanza de vida, como el grano que muere dentro de la tierra. De las PALABRAS DEL SANTO PADRE EMÉRITO BENEDICTO XVI al final del Vía Crucis en el Coliseo (22-IV-2011). Fuente: http://www.franciscanos.org/oracion/vcruz2011.html
Papa Francisco, parte de su homilía 14/3/2013
«Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.
Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?
Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.» († Lectura del santo Evangelio según san Lucas
9, 23-26)
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![]() Jn 7, 37«Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba 38el que crea en mí», como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. 39 Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.
Jn 20, 19Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando
cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban
los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con
vosotros.» "El Hijo pródigo, la misericordia. El misterio Pascual" De la Carta encíclica "Dives in Misericordia" |