Acción de gracias a la Santísima Trinidad por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima:

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
  1. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas divinas, y un solo Dios! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosa Inmaculada Concepción.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
  2. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosa Natividad.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
  3. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosa Presentación en el templo.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
  4. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosa Anunciación.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
  5. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosa Visitación.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
  6. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosa Purificación.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
  7. ¡Oh santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo! Profundamente os adoramos, y con todo el afecto de nuestro corazón os damos gracias por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su gloriosísima Asunción al cielo.
    Tres glorias al Padre y un Ave María.
Os ofrecemos finalmente, o Trinidad santísima, nuestras más vivas y afectuosas acciones de gracias por haber exaltado y glorificado el santísimo y dulcísimo Nombre de María en todo el mundo.

Súplica a la Santísima Virgen.

¡Oh carísima madre mía María, madre amabilísima, madre misericordiosa, madre llena de afecto y de dulzura para con vuestros devotos y vuestros hijos! Os suplicamos por esta afectuosa acción de gracias a la santísima Trinidad, que nos alcancéis a todos nosotros la gracia de emplear siempre las potencias del alma, y los sentidos del cuerpo, y dirigir todas nuestras operaciones a honra y gloria de Dios uno y trino, y de amarle con puro afecto de corazón, como le amasteis Vos aquí en la tierra, para después poder gozarle con Vos en el cielo por toda una dichosa eternidad. Bendecidnos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Rezar la Salve Regina

Acción de gracias a la Santísima Trinidad por los sublimes dones y privilegios concedidos a María santísima en su Asunción al cielo:

Adórese al Padre eterno rezando un Padre nuestro, un Ave María y un Gloria al Padre y dígase en seguida:
  • Os adoro, ¡oh Padre eterno!, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción a los cielos.
    Adórese al eterno Hijo con un Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre, y dígase en seguida:
  • Os adoro, ¡oh eterno Hijo!, con toda la corte celestial, por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.
    Adórese al Espíritu Santo con un Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre, y dígase en seguida:
  • Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amantísima Esposa, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar, hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes de volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima protección de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedáis a mí y a (nombre) el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.

    A LA BEATÍSIMA VIRGEN

    Os reconozco y os venero, ¡oh Virgen santísima, Reina de los Cielos, Señora y Patrona del universo!, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrados a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad, de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, ¡Oh Madre y Señora mía clementísima!, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia .......

    Ofrecimientos:

    • Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en acción de gracias por la preciosísima sangre que Jesús derramó por nosotros en el huerto; y por sus méritos imploremos a su divina Majestad el perdón de nuestros pecados.
      Un Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.
    • Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en acción de gracias por la preciosísima muerte que padeció por nosotros en la cruz; y por sus méritos imploremos a su divina Majestad la remisión de las penas debidas a nuestros pecados.
      Un Padre nuestro, Ave maría y Gloria al Padre.
    • Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en acción de gracias por la inefable caridad con que bajó del cielo a la tierra a tomar carne humana, y a padecer y morir por nosotros en la cruz y por sus méritos supliquemos a su divina Majestad que después de nuestra muerte conduzca nuestras almas a la gloria celestial.
      Un Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre.

  • Hija de Dios, Madre de Cristo, Esposa del Espíritu Santo.
María es virgen, santa e inmaculada, imagen de la iglesia, del Cuerpo místico de Cristo
El Cuerpo de Cristo procede de la encarnación de Dios en María, tras la resurrección glorificado
Gracias a Jesucristo somos miembros de ese Cuerpo
    5 de agosto
    La dedicación de la Basílica de Santa María
    Después del Concilio de Éfeso (431), en el que la madre de Jesús fue proclamada Madre de Dios, el papa Sixto III (432-440) erigió en Roma, sobre el monte Esquilino, una basílica dedicada a la Santa Madre de Dios, basílica que fue llamada más tarde «Santa María la Mayor». Es la iglesia más antigua dedicada en Occidente a la Virgen María.

    De la homilía de san Cirilo de Alejandría, obispo, pronunciada en el Concilio de Éfeso
    Alabanzas de la Madre de Dios
    Tengo ante mis ojos la asamblea de los santos padres, que, llenos de gozo y fervor, han acudido aquí, respondiendo con prontitud a la invitación de la santa Madre de Dios, la siempre Virgen María. Este espectáculo ha trocado en gozo la gran tristeza que antes me oprimía. Vemos realizadas en esta reunión aquellas hermosas palabras de David, el salmista: Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos.
    Te saludamos, santa y misteriosa Trinidad, que nos has convocado a todos nosotros en esta iglesia de santa María, Madre de Dios.
    Te saludamos, María, Madre de Dios, tesoro digno de ser venerado por todo el orbe, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta doctrina, templo indestructible, lugar propio de aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, madre y virgen, por quien es llamado bendito, en los santos evangelios, el que viene en nombre del Señor.
    Te saludamos, a ti, que encerraste en tu seno virginal a aquel que es inmenso e inabarcable; a ti, por quien la santa Trinidad es adorada y glorificada; por quien la cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el orbe; por quien exulta el cielo; por quien se alegran los ángeles y arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios; por quien el diablo tentador cayó del cielo; por quien la criatura, caída en el pecado, es elevada al cielo; por quien toda la creación, sujeta a la insensatez de la idolatría, llega al conocimiento de la verdad; por quien los creyentes obtienen la gracia del bautismo y el aceite de la alegría; por quien han sido fundamentadas las Iglesias en todo el orbe de la tierra; por quien todos los hombres son llamados a la conversión.
    Y ¿qué más diré? Por ti, el Hijo unigénito de Dios ha iluminado a los que vivían en tinieblas y en sombra de muerte; por ti, los profetas anunciaron las cosas futuras; por ti, los apóstoles predicaron la salvación a los gentiles; por ti, los muertos resucitan; por ti, reinan los reyes, por la santísima Trinidad.
    ¿Quién habrá que sea capaz de cantar como es debido las alabanzas de María? Ella es madre y virgen a la vez; ¡qué cosa tan admirable! Es una maravilla que me llena de estupor. ¿Quién ha oído jamás decir que le esté prohibido al constructor habitar en el mismo templo que él ha construido? ¿Quién podrá tachar de ignominia el hecho de que la sirviente sea adoptada como madre?
    Mirad: hoy todo el mundo se alegra; quiera Dios que todos nosotros reverenciemos y adoremos la unidad, que rindamos un culto impregnado de santo temor a la Trinidad indivisa, al celebrar, con nuestras alabanzas, a María siempre Virgen, el templo santo de Dios, y a su Hijo y esposo inmaculado: porque a él pertenece la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

    Oración
    Perdona, Señor, los pecados de tus hijos y, ya que nuestras obras no pueden complacerte, concédenos la salvación por medio de la Madre de tu Hijo. Que vive reina contigo.


    15 de Agosto
    Asunción de la Santísima Virgen María
    Solemnidad
    La Iglesia recuerda en este día, no sólo que el cuerpo inanimado de la Virgen María no sufrió ninguna corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo como su Hijo Jesús. Esta verdad, ya admitida desde los primeros siglos de la Iglesia, ha sido confirmada como dogma de fe por el Papa Pío XII en 1950.
        Un escritor muy antiguo afirmaba: "Ya que [María] es la Madre gloriosa de Cristo, nuestro divino Salvador que da la vida y la inmortalidad, fue vivificada por Él y comparte la incorruptibilidad de su cuerpo. La hizo salir del sepulcro y la elevó a su lado, de una manera sólo conocida por Él".
        Esta fiesta se llama también la "Dormición" o el "Tránsito" de la Virgen.

    SEGUNDA LECTURA

    De la Constitución apostólica Munificentissimus Deus del papa Pío doce
    (AAS 42 [1950], 760-762. 767-769)
    TU CUERPO ES SANTO Y SOBREMANERA GLORIOSO
        Los santos Padres y doctores, en las homilías y disertaciones dirigidas al pueblo en la fiesta de la Asunción de la Madre de Dios, hablan de este hecho como de algo ya conocido y aceptado por los fieles y lo explican con toda precisión, procurando sobre todo hacerles comprender que lo que se conmemora en esta festividad es no sólo el hecho de que el cuerpo sin vida de la Virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, sino también su triunfo sobre la muerte y su glorificación en el cielo, a imitación de su Hijo único Jesucristo.
        Y, así, san Juan Damasceno, el más ilustre transmisor de esta tradición, comparando la asunción de la santa Madre de Dios con sus demás dotes y privilegios, afirma, con elocuencia vehemente:
        «Convenía que aquella que en el parto había conservado intacta su virginidad conservara su cuerpo también después de la muerte libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado al Creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo. Convenía que la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial. Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que fuera venerada por toda creatura como Madre y esclava de Dios.»
        Según el punto de vista de san Germán de Constantinopla, el cuerpo de la Virgen María, la Madre de Dios, se mantuvo incorrupto y fue llevado al cielo, porque así lo pedía no sólo el hecho de su maternidad divina, sino también la peculiar santidad de su cuerpo virginal:
        «Tú, según está escrito, te muestras con belleza; y tu cuerpo virginal es todo él santo, todo él casto, todo él morada de Dios, todo lo cual hace que esté exento de disolverse y convertirse en polvo, y que, sin perder su condición humana, sea transformado en cuerpo celestial e incorruptible, lleno de vida y sobremanera glorioso, incólume y partícipe de la vida perfecta.»
        Otro antiquísimo escritor afirma:
        «La gloriosísima Madre de Cristo, nuestro Dios y salvador, dador de la vida y de la inmortalidad, por él es vivificada, con un cuerpo semejante al suyo en la incorruptibilidad, ya que él la hizo salir del sepulcro y la elevó hacia sí mismo, del modo que él solo conoce." Todos estos argumentos y consideraciones de los santos Padres se apoyan, como en su último fundamento, en la sagrada Escritura; ella, en efecto, nos hace ver a la santa Madre de Dios unida estrechamente a su Hijo divino y solidaria siempre de su destino.
        Y sobre todo hay que tener en cuenta que, ya desde el siglo segundo, los santos Padres presentan a la Virgen María como la nueva Eva asociada al nuevo Adán, íntimamente unida a él, aunque de modo subordinado, en la lucha contra el enemigo infernal, lucha que, como se anuncia en el protoevangelio, había de desembocar en una victoria absoluta sobre el pecado y la muerte, dos realidades inseparables en los escritos del Apóstol de los gentiles. Por lo cual, así como la gloriosa resurrección de Cristo fue la parte esencial y el último trofeo de esta victoria, así también la participación que tuvo la santísima Virgen en esta lucha de su Hijo había de concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, ya que, como dice el mismo Apóstol: Cuando esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria.»
        Por todo ello, la augusta Madre de Dios, unida a Cristo de modo arcano, desde toda la eternidad, por un mismo y único decreto de predestinación, inmaculada en su concepción, virgen integérrima en su divina maternidad, asociada generosamente a la obra del divino Redentor, que obtuvo un pleno triunfo sobre el pecado y sus consecuencias, alcanzó finalmente, como suprema coronación de todos sus privilegios, el ser preservada inmune de la corrupción del sepulcro y, a imitación de su Hijo, vencida la muerte, ser llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial, para resplandecer allí como reina a la derecha de su Hijo, el rey inmortal de los siglos.

    Responsorio
    R. Éste es el día glorioso en que la Virgen Madre de Dios subió a los cielos; todos la aclamamos, tributándole nuestras alabanzas: * Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.

    V. Dichosa eres, santa Virgen María, y digna de toda alabanza; de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.

    R. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.


    Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO*


    Oración conclusiva
    Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.




    María es Inmaculada y Asunta ¿por qué?*

    Jesucristo Dios y hombre verdadero y María siempre virgen*

    Índice de REZA EL SANTO ROSARIO*